lunes, 27 de agosto de 2007

Solo queda Laura

Quien les ha visto y quien les ve... Otra vez, la sabiduria popular ha dado en el clavo: segundas partes nunca fueron buenas. Esta fotografía deja bien al descubierto la que ha sido la familia política más cercana al presidente de los Estados Unidos. Laura Bush, un paso siempre por delante, fue la encargada de esculpir la imagen del vaquero aspirante a convertirse en el presidente de la nación mas poderosa de la tierra. Ella le ayudó a su esposo George a encotrarse con su Dios. A dar la espalda al demonio que había sido siempre para él la bebida. A encontrar un camino que Karl Rove convirtió en lo suficientemente compasivo como para llegar desde el gobierno del estado de Texas a la Casa Blanca. Las elecciones presidenciales del año 2000 fueron aquellas donde las papeletas mariposas acabaron -con sus alas y la ayuda del Supremo- acabaron inclinando el peso de la balanza hacia el lado republicano. En la sombra Harriet E. Miers casi escondida por Rove y Alberto González (a su iaquierda, su esposa Rebecca) trabajaban de lo lindo mientras un viejo amigo familiar de los Bush (James Baker) entonaba ante los tribunales de La Florida el zafarrancho de combate. Ellos solitos se lo han rifado entre un sienta aquí o vete mas allí en los bancos de la Casa Blanca, en esos aledaños del poder donde los atentados del 11 de septiembre cambiaron de golpe todas las agendas. Miers fue fustrada aspirante a convertirse de por vida en magistrada del Supremo. Rove y González no acabaron -para desgracia del presidente- de redondear la jugada, permitiéndole a la señora seguir asesorando a su señor. Para entonces, Rove ya estaba diseñando otro triunfo electoral donde la guerra de Irak fuese cosa de patriotas y la justicia de González un reino de taifas donde poder hacer y deshacer la madeja legal de los siempre compasivos republicanos. La foto de familia ha dejado mucha miga para la historia, aunque al final, se hizo verdad aquello de que quien va a Sevilla acaba siempre perdiendo la silla.

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