Karl Rove, el arquitecto, ha soportado su novatada particular casí el último día de prestar servicio en la Casa Blanca, de donde se despide el próximo viernes. El asesor personal y amigo fiel de George Bush regresaba de un viaje oficial a Nueva Orleans y era incapaz de encontrar su coche Jaguar en el aparcamiento privado de la mansión presidencial. Un compañero y dos agentes del servicio de seguridad le ayudaban en su empeño. El coche de Rove había sido envuelto en papel de celofán con pegatinas que decian YO AMO A OBAMA y dos aguiluchos de peluche para los que el arquitecto pronto encontró dueño. La secuencia no tiene desperdicio y pasara pronto al blog I love Karl Rove como resumen de los que han sido sus momentos estelares. A pesar de los pesares y cayendo chuzos de punta, el buen humor es lo último que se pierde entre la compasiva clientela republicana.
jueves, 30 de agosto de 2007
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