lunes, 30 de julio de 2007

sábado, 28 de julio de 2007

Maui, dirección única

Maui pasa por ser la segunda isla más grande del archipiélago hawaino. Seguro que sí, pero por desgracia es una isla de dirección única. Llegar a Hana, la capital, es una aventura para descubridores y conductores con suerte. La isla esta cortada sin solución de continuidad. Las carreteras del sur, sean al este o al oeste mueren antes o después. Te obligan a dar la vuelta siempre por el mismo camino. Sea eso a mas de 3000 metros de altura o casi cuando pensabas que el peñote de Molokini iba a quedarte al alcance de la mano. Maui guarda secretos a voces que deben visitarse. La costa y sus hoteles excluvivos enseñarán a buscarse la vida. Maui es turismo y se le mima con celo. La venta de alcohol queda prohida antes de la medinoche. No se puede fumar en público y diria yo que tampoco en privado. Hospedarse como fumador es declararse culpable. Hay 150 dólares de multa para quienes violen la norma. No se autoriza a fumar en corredores, ni tan siquiera en terrazas. Queda prohido hacerlo en la piscina o en la playa, aunque doy fe de la especial alegría con la que un fumador de puros engullía sus humos al borde del del mar. Maui es secreto a voces donde enseñarse poco es norma de obligado cumplimiento. Las nubes hacen el resto. Llegar en coche a la cima del cráter de Haleakala es toda una experiencia. No estarás nunca solo pero podrás entender porque esta isla es de única dirección. La visita al Parque Nacional de Haleakala es la mejor oportunidad para oler el peligro. Las advertencias mas civilizadas hablan de andar despacio, pero la verdad es que bajo la denominación de zona biológica los bosques del sur de la isla de Maui están cerrados a cal y canto a miradas de propios y extraños. El contraste está servido. Las cenizas del volcán, el bosque, las cascadas y los riscos, el mar y las altas montañas se dan la mano en una confraternización no siempre apta para seres humanos. En estas circunstancias, el mejor remedio pasa ver y conocer Maui pasa por coger barco o helicóptero. Abandonar una tierra en la que se han visto condenados a vivir plantas y animales exclusivos. El hawaiano de Maui vive -como sus hermanos- mirando al mar. Subido si quiere en una tabla de surf y haciendo del surf y del mar su modo vida. Los surfistas añaden aquí a su indumentaria un remo y buscan subidos en sus tablas las mejores olas. Madrugan y se miran mientras se enseñan. Antes de ir a su trabajo, antes de volver a sus obligaciones, el surf se convierte en la primera oración de un día que siempre puede esperar. El mañana es lento, se abre al horizonte sin prisas, aunque con esas raices que el pasado ha marcado a fuego. Las plantaciones de caña de azucar siguen siendo referencia obligada por estos pagos. Un valle inmenso es tierra fertil y prometida a la que solo pone limite las montañas y el Pacífico. La azucarera lanza humos al viento. Las huelgas de antaño, las protestas obreras que recuerdan en sus libros de historia, han pasado pagina. Ahora el etanol como recurso energético ha pasado a formar parte de una esperanza a la que se añaden gotas de magia. Los siete cortes que ofrece la caña de azucar son negocio rentable. La maquinaria que hoy ha sustiduido a la mano de obra hace el resto. El turismo es la otra cara de la moneda. La ecuación pefecta para que Maui, con sus reglas y normas propias, con sus carreteras de ida y vuelta, se haya quedado obligada a marchar en una sola dirección.

jueves, 26 de julio de 2007

miércoles, 25 de julio de 2007

Fusión hawaiana, invento de gourmets


La cocina hawaiana es combinación personal de sabores mil. Las influencias se reconocen por doquier. Las islas aceptan como una virtud de siglos la idiosincracia que aportaron en sus viajes marineros polinésicos, japoneses, chinos, portugueses, mediterráneos y hasta etiopes. Las islas se llenaron de productos singulares. Plantas y frutos, aves y animales como feliz añadido de los cientos de pescados que habitan un mar inmenso y azul como el que baña sus islas. Los hoteles y resorts mas refinados, los centros culturales y las granjas mas renombradas de las islas hawainas ofrecen casí a diario -y siempre al menos una vez por semana- el tradiconal Luao o menú completo al que acompañan con ritmos y danzas propias de la región polinésica. La cita en el muy exclusivo hotel The Royal Hawaiian, a las orillas de la playa e Waikiki, fue para nosotros una decepción sonada después de las muchas expectativas con las que acudiamos a la cita. El luau festivo y pasado por agua evitó condimentar y asar carnes de res, cerdo y hasta pollo en arenas blancas e inmaculadas que convertidas en horno crematorio solo limpian las olas del mar que dejan pasar los surfistas. La contrareplica a la que resulta ser una oferta turística extendida por doquier, es la que llaman la fusión hawaina. La fusión es aquí cocina extraordinaria para la costumbre estadounidense donde la mezcla de sabores no esta exenta de grandes platos a los que añaden su firma afamados chefs. La mejor expresión de lo que la fusión representa a Hawai la ofrece el restaurante de Alan Wong, un cocinero a quien se le reconoce el honor mediático de ser uno de los cincuenta mejores de los que trabajan y viven en los Estados Unidos. Alan Wong tiene su centro de operaciones en la calle King de Honolulu y casi hay que buscarlo con lupa antes de poner el coche en manos del encargado de un garaje que en los bajos del restaurante hace todos los meses su agosto. Probamos de todo junto a un menú desgutación de cinco platos que incluía vinos particulares para acompañar /entre otras ofertas/ una cola diminuta de langosta sobre relleno de tofu y espinacas, onaga o pescado local con un rebozado que restaba delicadeza y hasta una presentación antigua y sofisticada para ensalzar y recordar el fast food, la comida rápida que llegó a la mesa en forma de sandwich delicioso donde nadaban hilos de cerdo y queso sobre tostada fina y delgada a la que acompañaba -en copa corta- una sopa de tomate refrescante y reparadora . Adornos anteriores y todavía mas recomendables fueron los diminutos opihi que servidos entre algas y sopa de agua de mar en copa larga y estrecha (amen de diminuta) pueden llegar a poner su particular pica en Flandes. La cocina hawaiana no puede tampoco dejar de lado un deyuno que en muchos casos será la segunda comida principal despues de la cena. Estados Unidos ha convertido la hora de la comida o lunch en un refrigerio de andar por casa, un tente en pie para el que no se concede mas imaginación que las ensaladas y las frutas para volver al trabajo o a la toalla que se dejo en la tumbona de un hotel como el The Kahala donde hasta los delfines pueden ser complemento y diversión añadida para los mas pequenos. No faltan chiringuitos de parada y fonda. Las hamburguesas servidas con aguacate o piña son alternativa a todas horas. En la vuelta a la isla de Ohau se hace obligada la parada en el “carrito” de Giovanni's (Hale'iwa, Ohau ) donde gambas congeladas y sin cabeza saben al mucho ajo que las acompaña. Maui tiene en el pueblo hippie de Paia la oportunidad de comer en Market Fish una hamburguesa diferente acompañada de una exquisita ensalada de col. La cocteleria es oferta añadida en una islas donde palmeras y cocoteros amenazan la integridad del viandante. Papayas, frutas de la pasión, guavas, mangos, piñas son complementos ideales para licores y alcoholes. Zumos naturales son la contra replica local a instituciones tan internacionales y concolidadas como los Starbucks que han crecido como hongos. La presencia de Lanikai Juice es todavía exclusiva de Oahu, pero tiene sus competidores directos en todas las islas. Un paso anterior al zumo y para mi la sorpresa más gratificante fue la sopa fria y dulce de maiz con esencias de trufa blanca que ofrecen en el restaurante Kaikodo de Hilo. El ceviche con aguacate y pina del Restaurante I’O, las creaciones en crudo firmadas por Seam Christense me gustaron cuando ademas se sienten las del mar rompiendo en los arrecifes de Lahaina. La cocina fusion vuelve a ser llamativa sugerencia. La necesidad no se hace virtud. La nota discordante son platos enormes a gusto del consumidor estadounidense. Un pato puede estar caramelizado y servido al mismo tiempo entre verduras, pastas y siropes para acopio de energías. Hay aportaciones únicas a la cocina y a la pastelería. El taro es la hoja que envuelve sugerentes ingredientes sino forma parte del pastel dulzón con el que acabar una comida. Hay marinados de pescado como el salmon acompañado de tomate y judia verde (Lomi lomi salmon). Menu infantil y bien hecho puede encontarse en Kimo's. La otra cara de la moneda –medida literalmente en dólares- la firma en Maui el restarunate David Paul y su chef-asesor Arnulfo González. El tequeila y el café de Kona son las sugerencias que ofrecen para cocinar gambas o cordero. Una entrada de atún casi crudo con foi sobretostado me hizo temer lo peor, aunque la experiencia puede ser recomendable si sobra el tiempo y el dinero. La isla de Maui requiere -por lo general- paciencia para ser atendido. La medalla del ver y esperar se la lleva con todos los merecimientos Kobe, un steak house a la japonesa que recibe a sus comensales en fila y en autobus. Lo mejor es quedarse en el bar de sushi y pasar de compartir en el tappan las elaboraciones típicas del invento. Siempre hasta ahora es lo mismo. Un cocinero juguetón y habilidoso con cuchillos y espátulas tritura verduras, carnes y mariscos sobre una gran plancha gigante que calientan con el gas incorporado a la mesa. Los montocitos de comida se reparten alegremente mezclados con salsas donde el limón y la soja son ingredientes fundamentales. Lo mismo puede saber un filete de Kobe que una langosta del Pácifico. Pero en Hawaii eso es tambien fusión. Y sin peregil, aunque no falte quien diga... A comer!!!!! para regocijo de grandes y mayores.

lunes, 23 de julio de 2007

Big Island, tour pasado por agua


La llamada Isla Grande hawaiana se nos ha escondido entre la niebla y la lluvia. Big Island o Hawai es una sucesión de montañas enormes donde las playas públicas están tomadas por el grito de la independencia. Los volcanes han dejado para siempre su sello y su marca. El sur más sur de los dominios estadounidenses acaba en escarpadas aristas volcánicas que caen sobre el Pacifico. Hawai no esta hecho para turistas que solo busquen tumbarse al sol. Los aventureros, con sol en lo más alto, pueden empezar por la ruta 11 que muere en la carretera 19, un tour circular con más de 250 millas para divertirse al volante. Hilo pasa por ser con la ciudad de Kona los dos puntos de referencia, este y oeste sin más comunicación que el círculo. Ciudades de bolsillo para una isla con muy pocos servicios. Quien se apunte a la aventura puede recurrir al hotel de playa exclusiva o a la casa de alquiler pegada al Parque Nacional de Volcanes, obligado punto de referencia para entender dónde estamos y adónde podemos llegar. Big Island tiene los picos y montañas mas altas del archipiélago. Mauna Kea será visita obligada con bufanda y abrigo. El considerado mejor observatorio del mundo –W.M.Keck- está situado cerca de la cumbre, a mas de 3500 metros de altitud, con la oferta de coger a pie la senda que a través de doce kilómetros te lleva hasta el cráter del volcán. La ruta no está exenta de tentaciones. Moon Valley fue el centro de entrenamiento donde los astronautas del Apolo practicaron los movimientos lunares que luego realizara el Rover en 1960. La carretra arenosa de 89 millas que une Hilo con Wainea y la lluvia incesante nos han dejado con las ganas de añadir imágenes tan espectaculares como las fumarolas y los gases que desde siglos sigue lanzando al aire sus primos hermanos en terreno más accesible y propicio para visitas. Los veinte kilómetros que circunvalan la llamada caldera dónde emergen los cráteres de Kilauea Iki y Halema’uma’u son las referencias obligadas de Volcano Nartional Park. Hay gato por liebre, además de Nenes paseando su aureola local de ave-insignia y recuperada que pasea y vuela por Big Island como Pedro por su casa. Si los volcanes en actividad entran en erupción. -el 21 de julio fue la 57 ocasión registrada este año- la visita se cierra al público y debe uno recurrir a fotos y películas. La contra-oferta es un viaje en helicoptero para ver como la lava cae dobre el Pacificio, pero atención a las indicaciones del parque antes de gastar unos doscientos dólares por cabeza. A veces, el volcán o volcanes de Big Island se toman un respiro y como ha sucedido en nuestro paso por la isla, junto al agua, se apagaron los efluvios que desde el centro de la tierra llegan a la superficie a mas de 1200 grados centígrados y con tanta prisa como para arrasar lo que pillan a su paso a una velocidad de 35 millas la hora. Volcano deja abiertas otras cientos de oportunidades sin saborear las mas esperadas. El recorrido circular ofrece balcones y puntos de observación curiosos y estremecedores. Hay un museo para buscar respuestas a las cosas que es capaz de hacer la madre naturaleza. Un tubo de lava electrificado para curiosos y hasta una boca mucho mas negra y natural donde se invita a los valientes a sentirse engullido por los restos que dejaron siglos de lava. Las tarjeta de presentación y las apotaciones que al Parque hicieron las erupciones mas recientes -ninguna en este siglo XXI- son fotografiadas por doquier. La costa de Big Island es pues una costa volcánica donde hasta no es imposible compartir con tortugas dormilonas arenas negras y pegajosas en las que rompe con furia el Pacífico, proporcionando olas a los surfistas que por aqui no tienen que pelearse ni por playas, ni por espacios que siguen a la espera de encontrar dueño. Big Island es en pocas palabras una isla enorme pero a todas luces despoblada. Un eterno círculo que acaba resultando vicioso e insoportable. La consecuencia es por lo general encontrarte falto de servicios, necesitado de mejores comunicaciones y a la postre deseoso de cambiar de ambiente. Las ofertas son tan limitadas como el llamado Café de Kona, auténtico elipsir y reclamo de la isla, al que es posible añadirle sabores propios o ajenos según los gustos del momento. Y el gusto es ahora seguir el viaje, y soñar con que otros vendrán para descurbir o seguir pensando en pasado lo que fue un volcán en erupción o un tsunami, aquella ola ola gigante de 17 metros, como el que arrasaba Hilo en 1946 la mañana del primero de abril del pasado siglo.

domingo, 22 de julio de 2007

viernes, 20 de julio de 2007

Waianae es Ohau

La costa oeste de la isla de Ohau guarda secretos. La frontera artificial, la última piedra para la diversión y el entretenimiento del hombre blanco, queda marcada por ahora en el complejo Ko Olina. La exclusividad salta a la vista. La autopista H1 oeste, dirección Waianae acaba algunos kilómetros antes de la que parece ser la linea a no pasar por el turismo hawaino.La sorpresa es haber llegado a ninguna parte. Unas barreras y un chiringuito de seguridad cierran el paso. Dos hawaianas /esta vez sin hula pero con papeles y bolígrafo en ristre/ dejan patente a la vista del viajero la exclusividad del lugar. Ko Olina es una zona residencial de casas como poco a millón todavía en periodo de construcción. La oficina de ventas, en el Logum 2, frente al mar, es casa de piedra y seguramente futura cafetería por la apariencia que me llevó a la confusión de aparcar donde no debía. Ko Olina tiene playas privadas, embarcadero propio, campo de golf alfombrado a todas horas y donde golfistas de todas las edades (que no condición) pueden refrescarse si lo gustan en llamativas cascadas de agua que adornan su transitar por los diecicho hoyos. Hay mansiones de película. Hoteles de las mil y una la noche y muchos obreros y tambien vigilantes privados que desde coches todo terreno y con luces a manera policia obligan a respetar una señal reiterativa y hasta luminosa que prohibe circular a más de 25 millas la hora. Radares intermitentes controlan el cumplimiento de la norma y detectan cada doscientos metros la velocidad del infractor. Ko Olina es tan antinatural como lo que sigue luego sin solución de continuidad. Solo es necesario atreverse a cruzar la frontera imaginaria /pero real como la vida misma/ que marca la primera curva con dirección a Waianae. Ohau tiene en la cara norte de la montaña que al sur ganan y aplanan las maquinas de Ko Olina una fábrica echa humos para bajar del cielo al despistado. La costa es rocosa y medio escarpada, con playas azul turquesa donde no faltan duchas públicas y gente de todas las edades pasando de casi todo. Mucha gente, pero por lo general vecinos de las cientos de las casas a cuestas que descasan en primera linea de mar. Las chabolas de Waianae no se enseñan al turismo, ni están en las guías locales. Los mapas tampoco invitan a descubrirlas. Una carretera costera con dos carriles, sin meridiana, con mucha circulación y semáforos enseña la otra cara de la isla. Hay coches destartalados y semidesvencijados junto a cientos de tiendas de campana donde no cabe un alfiler. Familias enteras, niños pequeños, abuelos... Todos juntos y revueltos mirando al mar y a esa fila eterna de gentes que van en dirección a ninguna parte. Los más jovenes se bañan juntos saltando desde unas rocas. Los más niños sudan la gota gorda al borde de la carretera, entre la tienda que sus padres han montado y hecho su casa, con el único encanto de escuchar el mar mientras de noche concilian el sueño. La costa de Waianae es la otra costa de la muerte. Más de treinta mil hawianos han caido en el mundo de la droga. Viven y han hecho su gueto, su particular grito de guerra, su mundo a parte en isla que es el paraido. Su casa no es tu casa. Los hawaianos lo saben Cambian el coche si tienen que ir de visita, de paso, de hola y adios. Dejan que sus hermanos de sangre quieran ser diferentes, que odien al turista, que quieran vivir como ayer. La historia secreta se repite. Los hombres de Waianae viven sentados. Viven mirando al mar, mientras el mundo da vueltas sin contar con ellos. Si el rey Kamehameha levantara la cabeza no les dejaría entrar en palacio. A ellos, poco les importa. Siguen sentados, buscando la sombra cuando mas calienta el sol de justicia, refrescandose con agua dulce que hacen llegar con magueras desde la fuente pública. La vida en Waianae es así de sencilla o así de difícil. Solo cuando llega el mono es terrible. Es entonces cuando hay que salir corriendo. Dejar los muebles y las maletas de cartón. Dejar a la familia, a los niños, a esos pequeños que por fortuna puede escalorizarse en el muy excluvio Colegio Kamehameha. Colegio solo para alumnos de sangre hawiana. Claro que está lejos de Waianae y aunque sea un derecho de sangre, tambien hay que cruzar una frotera imaginaria donde la vida pasa por algo más que estar condenado a mirar al mar.

jueves, 19 de julio de 2007

Casas en Ohau, Kauai y Maui



















Pearl Harbor, la infamia

La historia la escriben los vencedores, pero la Historia de Pearl Harbor vista en Pearl Harbor encoge el alma. Las comparaciones siempre odiosas resultan aqui extraordinariamente gemelas. El Dia de la Infamia que bautizara el presidente Franklin Delano Roosevelt puede casi tocarse con los dedos gracias a un presente mucho más cercano. La mañana del domingo de aquel 7 de diciembre de 1941 recuerda a la fuerza ese otro martes 11 de septiembre del 2001 en el que George Bush se quedó de piedra leyendo un libro de cuentos en un colegio floridano, antes de subir a su avión y perderse por el país durante nueve largas horas que es lo que le costó volver sano y salvo al despacho oval de la Casa Blanca . FDR se levantó de su silla de ruedas para declarar al día siguiente y con el beneplácito del Congreso la guerra a Japón. Estados Unidos tomaba billete para la que fue la Segunda Gran Guerra. Casi sesenta años después, el gobierno talibán de Afganistán fue borrado del mapa con el consentimiento y anuencia de la comunidad internacional. Japón pagó con creces su osadia. La historia más sabida son dos bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki, pero hay versiones y lecturas para todos los gustos. Esta claro que la Historia que escriben y cuentan los vencedores silencia otras consecuencias. Los hijos de nuestro hijos -además de Irak o de Guantanamo- podrán saber cómo fue del trato o la reacción de la ciudadanía estadounidense para con sus compatriotras árabes y musulmanes. A día de hoy la colaboración ciudadana, los amigos de asociaciones culturales árabes de los Estados Unidos han puesto pies en polvorosa. Ser arabe-estadounidense no ha llegado de momento a ser tan peligroso como ser japones-americano en la década de los años cuarenta del siglo pasado, pero la psicosis y el miedo colectivo está en marcha y es consustacial a las esencias de este país desde las Brujas de Salem (1692). Las consecuencias de la que fue la primera gran bofetada al gigante estadounidesnse en las bases que ocupaban en la isla de Oahu se pagaron con sangre. Mas de 120 mil ciudadanos japo-estadounidenses fueron detenidos, expropiados y trasladados a la fuerza hasta centros de reclusión del continente. Campos de concentración con más de 120 mil detenidos sobre los que pasan de puntillas los historiadores que por aquellos mismos años debian alabar la ayuda estadounidense para librar a los judios del yugo nazi. Cuando el siglo XX estaba dipuesto a pasar página, Bill Clinton fue el primero en pedir perdón. El primer presidente que reconocía /sin más derechos/ unos excesos de los que tambien hablaban esta mañana en Pearl Harbot lágrimas que en forma de aceite brotaban a la superficie de la bahia hawainana. Son parte ineludible del cementerio humano. Lágrimas que derraman desde el 7 de diciembre de 1941 más de 900 hombres. Marines estadounidenses consumidos entre el amasajo de hierros que a doce metros de profundidad y sobre un lecho de siete metros de fango descansan entre los retos del Arizona. El monumeto está construido sobre los restos de la nave y sobre lo que debería ser su puente de mando. El diseño, firmado por el arquitecto Alfred Preis, solo son 56 metros de piedra blanca abiertos por doquier a los cuatro vientos. El memorial quiere ser un símbolo de la caida y de la reacción hasta la victoria. Es el mensaje. Subida, bajada y subida en un rectángulo marino donde no puede faltar la capilla con el listado de los casi 2500 muertos. La inmensidad de la bahia de Pearl Harbor / una sola quinta parte visible desde este parque temático gratuito que se llena a diario hasta la bandera/ la inmensidad de la bahia de Pearl Harbor es infinita si se la compara con la hoy llamada zona cero. En Nueva York, una viga de aquellos gigantes edificios convertida en cruz de esperanza y un mar de tierra a la espera de cemento reparador son el testimonio para el contraste. Las comparaciones son siempre odiosas, pero por desgracia pueden servir para demostrar que la Historia es tan caprichosa como para repetirse aunque solo sea para aviso a navegantes.

miércoles, 18 de julio de 2007

Dole Plantation, quesito agrario

Los turistas son ricos y hasta famosos en Hawai. Los que salen en revistas, las chicas y chicos de Hollywood, prefieren lucir palmitos al sol. Los fotógrafos hacen trabajos apasionantes. Algunos de estos trabajos rozan lo increible, pues hacer un reportaje matrimonial pisando arena y con paraguas al viento es algo que obliga a frotarse los ojos. La sorpresa no es solo patrimonio de recien casados. Salta a la vista donde menos te lo esperas. En Ohau la plantación Dole es otro buen ejemplo de como puedes con ganas, dinero y turismo garantizado buscarle tres pies al gato. Dole es una marca comercial registrada. Una fábrica de piñas que vende producto autóctono en los más lejanos confines del mundo. Esta plantación, entre las muchas que le rodean al norte de la isla de Ohau, quiere presentarse como pionera en su género. Dole Plantation se enseña. Está abierta al público, al curioso visitante, a quien por un puñado de dólares llevarán en tren, pasearán por jardines y perderán en el que venden como el mayor laberinto del mundo. Dole cumple a ritmo de tren miniatura su función didáctica. Abre al menos una curiosa historia que solo presenta sin ninguna gana de buscarle puntos a las ies. Las plantaciones como Dole cambiaron la faz de las islas. Ellas solitas y a mitad del siglo XIX se convirtieron en la razón última de migraciones e intercambios. Eso dicen, eso venden y por eso hay todavía ahora que seguir fortándose los ojos. La población hawaiana era en 1853 un 97,1% autóctona. Solo treinta años más tarde, solo cuando estas planaciones necesitaron de mano de obra barata, en 1880, los hawaianos habían ya cedido mayorias a los japoneses capaces de sumar hasta un 42,7 de los habitantes frente al 16, 3 de sus anfitriones a los que se añadian portugueses (10,6%), chinos (9,2%), filipinos (8,2%), caucásicos (7,7%), puerto riqueños (2,2%) o coreanos (1,9%). Dole Plantation se presenta como esa gran institución que velaba por la cultura e idiosincracia de sus empleados. Los campos de trabajo estaban cerca de los pabellones donde las diferentes comunidades solidarizaban costumbres y tradiciones pero sin necesidad de mezclarse ni compartir puerta con puerta. Dole pagaba, no hacia esclavos. Gratificaba a sus empleados con el añadido de vivienda y manuntención. Pagaba el seguro médico, atendía con 20 dólares al mes las necesidades externas y se alegraba de ver como la población infantil llenaba los colegios públicos de la isla. La platación Dole era la mamá y el papá de unos hombres y mujeres que con sus familias llegaron al paraiso. Es con mucho el cuento más redondo que nunca jamas pensaba escuchar. La realidad en todo caso es ver campo y campos volcánicos ganados al sol por el agua milagrosa y la mano del hombre que con el tiempo aprovecho todo su ingenio para plantar árboles en terreno a priori hostil. La diversificación de los cultivos, las maquinas, la irrigación gota a gota hizo el resto. Dole es tierra roja con agua gratis. Agua que llega a cada planta, a cada campo, de forma directa y particular. Se han hecho túneles y diques, se han multiplicado los tubos conductores del líquido elemento y una cubierta plastificada garantiza casi siempre la no evaporación. Papayas, mango, lychees, rambutan, cacao, te... hay alguien que dé más. Y eso sin olvidar el propducto nacional, el Lei, sus flores para collares sagrados en donde los hawaianos se dan mensajes e información. Dole se presenta pues como la gran empresa de empresas hawaianas. Ofrece al turista otro viaje al tiempo, la oportuidad de leer más sobre cultivos, plantas, flores y tradiciones. Presumen incluso de haber dado trabajo a españoles sin ser esta precisamente la parte del mundo donde se pueda hablar o leer alguna palabra en castellano. Bueno, salvo ese aporte a la cultura hispana firmado en su dia por el presidente George Bush que aquí repiten showmen de segunda al grito pelado de esta es mi casa, esta es su casa.

martes, 17 de julio de 2007

domingo, 15 de julio de 2007

Fotos en Ohau, HI















Lanikai Juice, sueño hawaiano

Pablo González dice a sus 54 años haber madurado. Se sienta con nosotros junto a la piscina del hotel para ver un atardecer precedido por gotas que el aire transforma en arcoiris multicolor. Pablo oficia de anfitrión. Besa a una ex miss Hawai que celebra el haberse conocido cortoneando hoy su figura ante cientos de turistas capaces de llegar a pagar 700 dólares por una habitación doble que solo tiene garantizada las vistas al Pacífico. Pablo habla y no calla. Cuenta su particular aventura en una tierra que encontró al azar y siempre desde la necesidad. Pablo llegó a Oahu con su enésima mujer. Ella era una canadiense hawaiana que despistada se dejó querer en Barcelona. Llegaron juntos con una hija que ahora tiene nueve años. Pablo es un español argentino que además de soñar despierto es capaz de creer en los milagros. Es un hombre bueno. Pablo dice una y otra vez que ha cambiado. Ahora en Oahu no mete mano en la caja. Vive con dos cheques que al mes le giran sus empresas. Tiene contable y abogado. Asalariados en un negocio que sacó adelante por cojones. Primero tuvo que poner en orden secretos ajenos. Descubrir que equivocarse en los Estados Unidos es moneda que cambia de mano. Pablo dice que Lanikai Juice empezó facturando 200 dólares. Ni para pipas en un país en el que un seguro médico es cinco veces más caro. Pablo seguía soñando hasta ese día en el que se descubren las verdades del barquero. La caja era estrecha y dos a meter mano. La primera bancarota se perdona, pero descubre que su amor hawaiano habia tenido antes su amnistía particular y su cuento de la lechera. Pablo se cabrea. Pablo se separa y Pablo decide tirar por la calle del medio. Lanikai Juice es al fín de cuentas ese proyecto truncado que a ojos de un aventurero debería estar llamado al éxito. Pablo tiene fe y en los Estados Unidos/hasta en Hawai, donde todo el parecido con los Estados Unidos es simple coincidencia/ la fe mueve montañas. Los clientes de Lanikai tuvieron a Pablo en sus manos y en sus bolsillos. Esta vez los sueños pudieron ser realidad. Recaudó 23 mil dólares. Cambió el emplazamiento del negocio. Buscó alquilar la misma esquina donde siete negocios anterirores se habian ido a pique. Viajó hasta Valencia. Se trajo una exprimidora de garantía. Puso su dormitorio debajo de la máquina. Se divorciaba cuando su exmujer le pedia la mitad del negocio que no quiso avalar. Trabajo de sol a sol, sin más crédito ni garantía que su trabajo. Hoy tiene 900 clientes diarios y una empresa que factura lo suficiente como para seguir soñando. Ophra le abrió con su programa y en la tele las puertas de la fama. Leno dice que toma para desayunar en Hawai los zumos de Pablo. El sueña todavia con crecer y crecer pero regalando su invento. Llaman multinacionales. Viaja a Japon donde quieren que abra sucursales. Whole Foods se interesa por la idea y ofrece más para escoger. Dos dias a la semana, devuelve a la sociedad hawaiana lo que los hawaianos pusieron en sus manos. Da clases a los niños de dieta y nutrición. Les enseña a comer como se debe, a beber un zumo cada día, a evitar el colesterol que regalan las hamburguesas de la tienda de al lado. Alcalde demócrata y gobernadora republicana elogian la tarea de un ciudadano ejemplar que se confiesa desraizado. Pablo González ha hecho realidad un sueño a manera y estilo tipicamente estadounidense. Muy lejos, imposible de transcribir o copiar con los manuales de la vieja Europa. Pablo /hasta cuando chapurrea inglés/ solo dice y repite que ha madurado. "Solo dos años y estoy dispuesto a decir que lo he conseguido. Educar a mis hijos, pagar su educación es el compromiso. Me conformo solo con recibir de Lanikai Juice un 10 por ciento. El pez grande siempre se come al chico, pero ese diez por ciento /dice Pablo/ será suficiente para demostar que he cambiado". Pablo habla y habla, sueña y sueña con los ojos muy abiertos. Nuestro amigo Pablo ha cambiado. "Sonia te quiero, cuidate, hablamos mañana".

sábado, 14 de julio de 2007