miércoles, 17 de septiembre de 2014

A la orden, mi general

      A la orden, mi general. Debe ser un mal de familia: no se lo creen. Son como son. Revillo y punto. Y hasta en eso, también son de otra pasta. El general era Gullón, como mi padre, como su madre de la que siempre fue el niño mimado. Gonzalo no nació general, pero si nació el primero para que todos sus hermanos aprendieran pronto a marcar el paso. No eran tiempo fáciles para quienes venían al mundo sin saber que iban a vivir una infancia de guerra entre el olor a tinta fresca y con la cama encima de una imprenta. Nunca nos hablaron de la guerra, ni tan siquiera mi abuelo Magín,  quien por criticar más de la cuenta al gobernador de turno supo de lo que eran los paseos sin vuelta desde el hoy Hostal de San Marcos. Ellos ahora ya están juntos.  Sin ruido, porque seguro que en el cielo tan solo siguen diciendo que son los Revillo.  Cada vez son más, pero siguen sin creérselo. Esta noche Gonzalo, el mismo día que era su 88 cumpleaños en la tierra, habrá soplado las primeras velas de su nueva vida. Será mucho imaginar si alcanzo a mandarle un recado. Tío Gonzalo, hoy tienes que saber que tendrás que aprender a volar un poco más solo. Déjanos todavía disfrutar de tía Carmina un buen rato. Ya sabes, como cuando hace muchos años me abriste las puertas del futuro nada más bajar del tren en Chamartín antes de ir a la Universidad. ¨Empiezas una nueva vida -me dijiste- Si te pasa lo mismo que a mí cuando fuí a la Academia Militar de Zaragoza, ya nunca volverás a casa¨. Siempre te conté que ese mismo día a punto estuve de coger el tren de vuelta. No lo hice, por eso hoy lloro a un segundo padre que se ha ido a otro viaje sin billete de vuelta.