jueves, 10 de noviembre de 2016

EEUU: pesimismo o sueño

            El llamado sueño americano ha dejado paso al pesimismo estadounidense. Es una realidad, lo que empezó  a ser charla de café ha terminado instalándose en la más cruda realidad. Una mayoría de estadounidenses, los que se toman la molestia de elegir a los presidentes, han acabado creyéndose a pies puntillas que ellos serán la primera  generación que tendrá que aguantarse con vivir mejor que sus hijos. Algunos incluso, los muchos que mudaron su voto del partido azul al iluminado Donald Trump, están ya convencidos que viven peor que sus padres. Ese es el problema. Lo  que las encuestas no acabaron de valorar, lo que por añadidura complicaron dos candidatos que no eran lo mejor de cada casa. 
            Estados Unidos acaba de despertarse en su nuevo mundo desalojando de la Casa Blanca al primer afroamericano y reinstalando en ella al primer presidente que ha ejercido de multimillonario. Es la contradicción de las contradicciones en un gran país que vive de contradicciones. La crisis ya no la resuelven los políticos, ya no está en manos de los de siempre. Los pobres y desesperados, los que no dan un duro por el futuro de los suyos han dicho que prefieren que un rico bocazas sea quien les saque las castañas del fuego.
             Donald Trump no es tampoco un rico cualquiera. Es lo que había, pero lo suficiente para dar la bofetada al sistema. No ha contado ni más ni menos. Es más, no ha contado ni hacer un examen detallado de quién  en ocho años acabó dilapidando el sueño americano. Descubrir antes de votar quien fue el responsable. Si fue Obama o fue un Congreso republicano.. O fue usted o fui yo. Lo más sorprendente ha sido  descubrir que no solo Trump ha salido beneficiado de la confusión. Lo más sorprendente es saber que el partido republicano, el mismo que lamentó prestarle al millonario  su patente y  decidió incluso dejarle solo ante el peligro, se ha instalado en el Congreso en tan cómodas mayorías como para hacer y deshacer lo que le venga en gana.
            Si alguien es capaz de entenderlo que levante el dedo. Hasta ahora ver a los Clinton en color de cuarema, al presidente electo de la mano de la que será primera dama paseándose por los despachos de Washington y al presidente Obama cantar las excelencias democráticas reafirmándose en su fe en las instituciones son obligadas referencias del mañana. Futuro o pasado, quién sabe si el problema es solo de palabras o  nombres, esperemos que no sea de personas, aunque seguramente si es de ideas, de pesimismo o de sueños.


jueves, 13 de octubre de 2016

SER RETRÓGRADO

Hace años llamábamos “retrógrados” a las personas que se quedaban ancladas en el pasado. La condición no la daba la edad, ni el sexo ni tan siquiera la situación económica. Llamábamos retrógrados  a quienes no comprendían que el mundo giraba y daba vuelta más deprisa. A esas muchas gentes que añoraban el ayer porque simplemente huían de las ideas del presente.
                               
                                                          BOB DYLAN, LO MEJOR  (pinchar para oir y ver)

   Eran retrógrados los fascistas, los que llevaban bigote como aquel dictador que acabó con su propia vida para no tener que enfrentarse a sus  propios actos. Retrógrados las gentes de la derecha que no entendían como un porro hacía más libres y  Marx ayudaba a pintar el  arco iris del futuro. Eran retrógrados los que no estaban en la movida y creían que en un cercano mañana las calles serían verdes y los árboles encarnados.
    Esta jueves de octubre, sin haber pasado tanto tiempo y mirándome al ombligo,  Bob Dylan y los muy ilustres académicos suecos  me han hecho finalmente sentirme retrógrado. Es verdad que llevo algunos años deambulando por los sinuosos caminos de la interpretación humana. Trato de mirarme por dentro y cada vez me voy gustando menos. Cada vez me parezco más a lo que siempre he detestado aunque soy consciente de no ser igualito  por fortuna.
     Bob Dylan es hoy el flamante premio Nobel de Literatura 2016. Así como suena. Nobel de Literatura por la mucha poesía que siempre destilan sus composiciones musicales con las que  ha tratado de arreglar el mundo. Así entendido, su producción literaria es inmensa y su obra se remonta al siglo pasado cuando “silbaban las balas”, lloraban los niños, morían de hambre los desheredados y muchas soluciones las llevaba “el viento”.
    Lástima. Algo de todo eso me ha pasado hoy  a mí en un abrir y cerrar de ojos. Cierto es que la procesión ya iba por dentro. Había notado que mi antídoto contra el peligro que entraña anclarse en el pasado era  menos eficaz. Empecé a notarlo ese día que me jubilaron y me animaron a reinventarme. Si, hombre, con cincuenta y pocos años uno está en la flor de la vida para empezar de nuevo. Usted ha estado confundido. Sabe escribir, pues haga música. Sabe dar conciertos,  venda casas. Ha estado en un banco, hágase entonces emprendedor...

  Los suecos nos han venido esta mañana a dar la razón. Estábamos equivocados, han estado equivocados los cientos de académicos que en el mundo son si todavía no han entendido que casi todo  gira del revés. Que un literato es el que escribe obras de arte musicales, que un compositor es el cocinero que acierta en su sinfonía de sabores, que un payaso es quien puede estar corriendo por alcanzar la presidencia de los Estados Unidos. Eso es no ser retrógrado: es solo entender el presente. Y estar satisfechos con el futuro que viene. No plantearse demasiados interrogantes porque - hoy como ayer-  las soluciones las lleva el viento. Y en caso de duda, las resuelven de un plumazo los académicos suecos.