Kauai es la isla que vemos cuando se nos vende Hawaii. Es la isla verde, la isla donde las montañas besan el mar. La isla donde la naturaleza esconde sus secretos a los ojos curiosos. Kauai es la isla. Despues de todo, la isla más al norte del archipiélago consigue evitar gracias a sus características que el ser humano llegue a marcarlo para reclamo de visitantes. Na’pali es solo accesibles por mar o por aire. Tienen un doble peaje para el curioso: el dolar a cambio del mareo garantizado para quienes no se hayan adiestrado en viaje con olas o vuelos con turbulencias. Holo-Holo es una de las cientos de agencias que ofrecen sus servicios al viajero. El catamarán con cena abordo es mas recomendable que el paseo fluvial en kayac y caminata incluida que debieran regalar pero cobran a precio de oro. Kaui es despues de todo una isla de cine. Los guias mas especializados recuerdan a sus expedicionarios los rodajes mas sonados. Aqui, en esos riscos y con esas olas se rodó el desembarco del mono más famoso de la historia. Esta montaña y esos árboles a su base sirvieron para escapar al profesor mas aventurero del que fuera el templo del sol. Aquellas casas sobre la colina, esta cascada donde ahora estamos, aquí se bañaba Elvis o –hace solo 48 horas- cautivaba a propios y extraños el turista Matt Damond acompañado por todo su familia. Kauai tiene esos encantos que hacen viajar sin salir de casa. Soñar como otros mundo que en teoria y por una vez serán mas inmensos que los que aqui vemos. El norte de Kauai es una sucesión de campos y praderas donde crece de todo. Es como estar en un Vietnam de bolsillo, soñar sin perder de vista otro arcoiris, otro más de los cientos que alternan sol y agua, agua y sol, en un paraiso donde todo el año hace el mismo frio y calor para espanto del termómetro. Kauai sería un paraiso de no tener carreteras. Si no hubiese limitaciones de velocidad tan aleatorias como contradictorias. Si pudieses mirar al cielo y predecir el tiempo que hará mañana. Si no tuvieses que volver para decir que has pasado por la isla, la isla que hace de Hawai postal de ida y vuelta, aunque cada mañana cante un gallo y en algún que otro chiringuito religioso /con lona y como si fuese un circo llegado de muy lejos hasta este paraiso/ recuerden en alto y a quienes quieren escucharlo aquel pasaje bíblico que dedicado a Pedro acabaría muy bien cuadrándole a las islas hawaianas: antes de que cante el gallo me habrás negado tres veces.
jueves, 2 de agosto de 2007
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