miércoles, 23 de septiembre de 2015

La primera castañuela

   Hasta hoy, había pensado que solo se es huérfano una vez. Llevo todo el día pensando lo contrario y además me ha dado por llorarlo. Había aparcado esto de escribir como mis ilusiones por contar y ver de cerca lo que pasa. Esperaba el milagro y llegó. Primero fue como un primer aviso, la llegada de Francisco a la base de Andrews tuvo para mi un efecto bálsamo. Era un sueño pero real, un volver a un ayer del que no ha pasado tanto. Esta mañana, lo confirmé. Se me caían lágrimas viendo como los niños eran llevados en volandas hasta un ¨papamovil¨  reconvertido sin saber explicarme la razón. No ha tenido que pasar demasiado tiempo para encontrar el por qué de lo que ha terminado convirtiéndose en llano: la primera castañuela está luchando contra la muerte en un destartalado hospital de Vigo donde solo queda la morgue y los enfermos en medio de un polémico traslado. Mi tia Cari cierra y abre un círculo que hasta hoy estuvo blindado en lo más profundo de mi corazón. Es tan milagroso que siga latiendo el suyo como que yo haya terminado convirtiéndole en la otra mama que no se ha ido. Poco mas de un año. desde que se fue mi general, este mes de septiembre vuelve a dejarme sentir la horfandad del hijo que vuelve a quedarse solo. Gonzalo era el otro papa. Cari la otra mama. Y como siempre se están marchando sin tiempo para atar cabos, sin cerrar historia o hasta sin abrirlas porque la vida puede ser larga pero siempre resulta corta. Este miércoles cuando ¨mama¨ está sedada y casi entreviendo las luces que por estas tierras reclama Francisco, este miércoles  ¨mama¨ solo quiero que sepas que siempre serás mi primera castañuela, la que se iba a Cuba y se quedó en casa y sin perdices porque al abuelo lo trajeron muerto de un accidente de caza, la que se casó feliz y lloró pronto al amor de su vida después de tanto pelear por salir adelante, la que fue viuda con la viuda mas viuda que llevó a su lado y disfrutamos  todos sin nunca decirnos el sagrado secreto de la amisrad (1), la que aprendió a sufrir por si era poco sabiendo lo que nadie quiere que le pase en vida cuando una hija se adelanta… Hoy ya se por qué estoy con lágrimas en los ojos, ya se por qué sigo sin darle la espalda a la esperanza…  Es porque miro a la primera castañuela, la que he sentido siempre cerca porque cerca la tuvo mi Mami, la que me llevo a las playas de Samil y la que voluntariamente resucitaba este pasado verano...  En fin, ya sé  -como tu sabes-   por qué me quedo con ganas de volver a mirarte a los ojos  y por qué siempre nos quedamos  con una pila de preguntas para reconstruir la Historia. Ley de vida, ley de castañuelas.  

(1)    Mi abuelo Nicolás murió en un accidente de caza del que nunca se habló en mi familia.  Hubo una constante, un permanente recuerdo: una novia –mama-  vestida de negro para la que nunca existieron armas ni cazadores. El abuelo fue a cazar para que tia Cari llevase a su viaje a Cuba las mejores viandas. Un perro, una escopeta, un disparo en retroceso…. Nicolás regresó a casa con los pies por delante en un colchón y envuelto en sabanas. Final de la historia.

Este verano y después de más de sesenta años la Historia parece ser diferente y me ha dejado con  ganas de que alguien de los que ya se ha ido ¨regrese¨ para contárnosla. Esa es la soledad infinita en la que se quedan  los huérfanos. La eterna y constante necesidad de saber, la dicha de poder acomodar el desconocimiento a nuestro libre albedrio, el milagro final de saber que la ultima respuesta es la que puede estar en el siguiente repique de una castañuela.

jueves, 5 de febrero de 2015

La Mallorquina, a cien años

          Tenía que ser una foto y tenía que ser en el ¨whatsapp¨ familiar. Esta mañana, cuando abría los ojos y sin mantecadas que llevarme a la boca,  ¨los mallorquinos¨ fueron toda una aparición. Otro premio, uno más,se adelantaba a los cien años que La Mallorquina cumple en 2016. Lástima que Pepe no llegara a ver lo que otros trataremos de que no sea un centenario que pase por alto. La Mallorquina es tan Astorga como Pedro Mato en lo alto de su catedral. Si no existiera habría que inventarla, pero sin Pilar y ¨Pepe Mallorquina¨  ya no sería lo mismo. Tendrán que perdonarme, pero para mi decir La Mallorquina es decir Astorga, es como decir mantecadas. Hace muchos años, casi los mismo que yo tengo, casi los mismos que pasaron Pepe y Pilar al frente del timón mallorquino, decir mantecadas era el obligado santo y seña para entrar o salir de la ciudad. Los últimos cien años de la bimilenaria Astorga no se pueden escribir sin La Mallorquina. No se pueden escribir sin Pepe, sin Pilar y hoy sin Gonzalo, sin Fernando o sin Luis. Y sin ustedes, sin nosotros, y hasta sin los que ya se nos han ido.  Ellos,  desde el más allá, confirman  que la vida en el cielo, sin mantecadas y sin Astorga, no es vida.  (Mama hoy Pilar no ha tenido que meter en mi bolsa  tus bollitos de canela. Solo quiero mantecadas, ya sabes.  Un beso)