El fiscal general Alberto Gonzalez suda el cargo. Reconoce haberse equivocado cuando los senadores le interrogan y critican por su forma de cesar a ocho fiscales federales pero se arroga la autoridad y liderazgo que los demócratas han puesto en duda. González no dimite, no acepta que no sea lider en su departamento y cuestiona que eso vaya conseguirse diciendo adios. Las espadas seguirán en alto, pero esta mañana en el Capitolio de Washington siguió escenificándose una batalla política que va a ser larga en el tiempo y en la calle, donde según las encuestas, un 38 por ciento quiere la dimisión del ministro, 37 por ciento dicen que no es necesaria y un 24 por ciento confiesa no saber, no entender de que va esta guerra.
jueves, 19 de abril de 2007
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