Esta mañana, como tantas otras, ha sido diferente en la estación de metro L´Enfant Plaza. La linea naranaja, del metro capitalino, esta llena en horas punta de gentes que van y vienen con destinos a esas miles de oficinas donde no faltan ni mucho menos las del muy próximo ministerio de la energia. El metro, la estación de metro L´Enfant Plaza, está -ni que decir tiene- en zona muy concurrida por esos titulados de corbata que asesoran o venden proyectos a empresas y que lucen con frecuencia sus documentos de identidad al ombligo. Esta es moda muy habitual en este país donde las identificaciones son mejor llevarlas bien a la vista y no en la boca donde todavía a las ocho de la mañana es muy frecuente dar sorbos fugaces al café que compras en el Starbucks de la esquina. El 12 de enero, en la estación de metro L´Enfant Plaza un hombre joven, con pantalones vaqueros y camiseta negra, con gorra del equipo de béisbol de la capital, pedía a la concurrencia unas monedas por caridad a cambio de notas tan clásicas como las que ahora acompañan esta carta y escuchamos en sonido original. Cuarenta y tres minutos sirvieron para demostrar que desde las 7.50 a las 8.30 de la mañana (tres minutos de propina, casi ni cuenta) que el arte no es compatible con las prisas o con la necesidad de llegar al trabajo. El indigente conseguía recaudar de sus 1.097 hipotéticos donantes la friolera de 32 dólares, despues… se ha descubierto el pastel. El pobre tocaba un stradivarius por el que pagó tres millones y medio de dólares. Se llama Jhosua Bell, tiene 39 años y es capaz de llenar y agotar las entradas de las grandes salas de cociertos del mundo en las que puede llegar a cobrar 1000 dólares al minuto. El experimento firmado y patrocinado por The Washington Post y con seguirad aspirante a premio Pulitzer ha dejado en evidencia que solo un niño de tres años, de nombre Evan, descubrió e hizo descubrir a su atareada madre que estaban escuchando y viendo algo extraordinario. Una demografa del Ministerio de Comercio, Stacy Furukawa, reconoció al artista –dejó 20 dólares de propina, que no sumaron- y se quedó extasiada a dos metros del genio sin dar crédito al experimento y viendo como el resto de los mortales –como usted y como yo, seguramente- pasaban raudos y veloces y en el mejor de los casos echaban un dólar o unas monedillas en el estuche de un stradivarius.
lunes, 9 de abril de 2007
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1 comentario:
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