Hay noticias que se lleva el viento. Responsables, los que manejan el cotarro. Cada vez es mas difícil saber qué es lo mas importante. Don Francisco lo ha tenido siempre claro. Un periodista deberia contarme lo que va a pasar mañana. Era mucho pedir, pero don Francisco era un cura gallego que se las sabia todas. Hoy si hubiese escuchado la radio pública en los Estados Unidos se hubiese quedado de piedra. No es que hagan aquí periodismo de futuro, algunos hacen periodismo del que luego ni se lee en los periódicos. Dos jueces del estado de Philadelphia se han declarado culpables de cohecho y malversación de fondos. Hasta ahí mal, pero dentro de un orden. Lo que hacían Mark A. Ciavarella y Michael T. Conahan era mandar a la cárcel a niños indefensos. Sus señorias cobraron por sus sentencias injustas la friolera de casi 3 millones de dólares. Ahora se descubre el pastel y el silencio es norma de obligado cumplimiento. Ciavarella y Conahan estaban de acuerdo con las empresas privadas que regenta las cárceles de todos. La privatización en los Estados Unidos hace tiempo que llego a todos los rincones. Una preocupación muy de moda en el empobrecido estado de California pasa precisamente por recortar en 50 mil presidarios los 150 mil que hoy tienen puestos a la sombra. No es el caso que preocupa ahora en Philadelphia, ni a un país donde el mundo carcelario ha crecido un 500 % en los últimos tiempos. Los jueces malversadores se habían encargado de enjuiciar a mas de 5000 jóvenes o niños para acabar mandando a prision a casi la mitad de esos pobres inocentes. Su primer y único pecado fue renunciar sin saberlo a los derechos mínimos de cualquier acusado. No tuvieron abogados y acababan dando con sus huesos en reformatorios inmundos de los que salían marcados para el resto de su vida. La explicación era simple pero increíble. Los jueces Ciavarella y Conahan cobraban de las empresas privadas que regentaban las cárceles a las que mandaban a sus victimas. Jamie Quinn tenia 14 años cuando fue condenada a pasar once meses de su vida en uno de esos reformatorios de los que cobraban sus señorías. Su delito fue devolver una bofetada a una amiga. Su equivocación pensar que Ciavarella y Conahan repartían justicia. Escuchar a Jamie es una lección que muchos no debieran desaprovechar. Es periodismo como el que reclamaba don Francisco. Informaciones que cuenta en la radio Amy Goodman y que acaban encogiendo el corazón. “ Los niños del condado de Luzerme -dice Jamie, desde su triste experiencia- tenemos que pedir explicaciones porque mis once meses en prisión me hacen cuestionar realmente otras figuras del poder y a la gente a quien supuestamente deberíamos admirar y en quienes deberíamos confiar”. Ciavarella y Conahan van a pasarse como poco siete años en prisión como pago a sus fechorias. Lástima que ahora los empresarios carcelarios de Philadelphia no tengan que abonar comisiones a los niños afectados.
jueves, 19 de febrero de 2009
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