La fiebre de American Idol está servida. El programa que la FOX ha convertido en su mejor bandera de enganche llega a su octava temporada. Las noches de los martes, miércoles y hasta algunos jueves se han convertido en casa –como en muchas casas estadounidenses- en obligado punto de referencia. American Idol es el punto de encuentro familiar donde la idiosincrasia del pais salta a la vista. Es el programa que esperan mis hijos y los hijos del vecino. Una hora trufada de publicidad donde la fama está en juego. Cantar es el medio para conseguir alcanzar los sueños. Y los sueños para los chicos y chicas que acaban saltando al plató más luminoso de la televisión están solo al alcance de su garganta. American Idol tiene un formato tan simple como exitoso. Se renueva cada temporada, elige nuevos alicientes, más morbo y variedad. Al final todo acaba siendo muy parecido porque el objetivo es y sigue siendo el mismo. Cantar mejor que nadie, dar el do de pecho entre el beneplácito de un jurado quisquilloso y un público implacable es la norma de obligado cumplimiento. La selección se ha prolongado desde que Santa Claus se descolgó por las chimeneas de todos. Treinta y seis seleccionados han empezado anoche su particular calvario. Este miércoles llega el principio de la gran purga. Lo nunca visto. Tres grupos de doce con tres semanas por delante acabarán con las mejores voluntades. Quedarán los diez mejores, pero la tarea está en encontrar al único ídolo que espera el pueblo de los Estados Unidos. American Idol acaba convirtiéndose así en la gran elección después de las grandes elecciones. Esta vez y sin año bisiesto la crisis no parece ahogar ni sueños ni pretensiones. La publicidad echa humo. Fitty-fifty, dicen los audímetros. Los teléfonos multiplican la respuesta. Se elige y se busca a los mejores. Millones y millones de tele-espectadores han vuelto a quedarse enganchados en el sol, fa, mi, re, do. American Idol ha vuelto a poner en marcha su particular ruleta rusa. Los padres de la idea, se frotan las manos. Hay otro ídolo en ciernes y mucho dinero y muchos contratos atados y bien atados para demostrar que ni tan siquiera la fama regala dólares a peseta.
miércoles, 18 de febrero de 2009
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