martes, 24 de febrero de 2009

Barack Obama invita a soñar

Barack Obama ha vuelto a mezclar crisis con esperanza. Su receta sigue siendo la misma, pero cuando la repite por vez primera en una sesión conjunta de las dos cámaras, invita a soñar con los ojos abiertos. Obama ha vuelto al Capitolio de Washington con el compromiso de cantar las verdades pero con el convencimiento de que Estados Unidos puede con todo. Hasta volver a reconstruirse y recuperarse, renacer de sus cenizas si fuese necesario. Casi una hora y más de medio centenar de interrupciones fueron suficientes para insistir que las recetas pasan por actuar con urgencia. Energía, reforma sanitaria y educacion se han convertido en la coartada para pedir responsabilidad. La recesión se corrige no ayudando a los bancos sino a los ciudadanos que pagan con sus impuestos los desaguisados crediticios e hipotecarios. Barack Obama ha vuelto a repetir que en cuatro años reducirá a la mitad el deficit. Promete apretarse el cinturón e invita a seguir su ejemplo. Las familias que ganan hasta 250 mil dólares anuales no tendrán que pagar ni un centavo más en impuestos. El milagro es conseguir recuperar la confianza en el sistema. Conseguir que los créditos vuelva a llegar a ciudadanos ambiciosos. El presidente ha dejado muy claro que el sueño estadounidense está vivito y coleando. Se acabó Guantanamo y se acabó poder incluso pensar que aquí se tortura. Hasta en esa lista de compromisos, Obama ha prometido que llega la hora de la verdad. La hora de las cuentas claras, la hora de saber cuanto cuesta o cuanto se han comido en siete años las guerras de Irak y Afganistán. El primer mensaje a la nación del cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos ha vuelto a poner una pica en Flandes. Esa era la obligación, lo que se esperaba de un presidente que ha roto protocolos. Llegó y besó el santo. Salió dando la vuelta al ruedo, algo que nunca habían hecho sus predecesores. Y sin ser compasivo, prometió trabajar con republicanos y demócratas con el prejuicio cierto de saber que seán cuales fuesen sus ideaas o difererencias nunca dejaría de pensar que estaba frente a ciudadanos que amaban por encima de todo a su país y deseaban siempre lo mejor para su patria. La incognita ha quedado -ahora como antes- en saber si detras de las palabras, las recetas multimillonarias que van aplicarse van a servir para algo. El misterio continua y continuará por mucho tiempo.

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