Donald Trump es un empresario famoso en los Estados Unidos. Un pozero de televisión y un neoyorkino de gabardina. Tiene y cubre todos los registros conocidos. Es empresario, pero lo es en los Estados Unidos donde los sueños están al alcance de todos los mortales. Trump tiene que vivir en primera persona la crisis. Su odisea es mayor que la del resto, pues durante muchas temporadas ha tenido a la televisión (El aprendiz, programa de la NBC) como fábrica de ilusiones. Trump tiene mucha cara y le ha sacado siempre partido. Melena rubia al viento, ha levantado pasiones. Ellas y ellos se lo miraban como el dios que baja del olimpo dispuesto a tocarles con su cartera. El concurso que presenta y dirige en la NBC pasa por ser la mejor universidad a la que acceder en busca de trabajo. Lástima que Obama prefiriese llamar a Sanjay Gupta, un doctorcillo de la CNN que a un empresario como Donald Trump. Las soluciones saltarían a la vista y no serian preocupaciones añadidas como hoy ocurre sin nadie quererlo. Es martes y huele a carnavales, pero algunos disfraces se han quedado viejos antes de salir a la calle. Donald Trump va a declarar a su sector del entretenimiento en bancarrota. Obama busca dinero, principalmente para prestamistas en apuros. Trump puede ser la solución porque tiene tanto de roto como descosido. Los empresarios que hacen de la televisión coartada acaban siendo estandarte de la situación en la que viven. Subir al cielo para tener luego que caer a lo más profundo del infierno no es plato de gusto para nadie. Donald lo sabe y por eso siempre hay paracaídas para no romperse la crisma. La paradoja es que son los casinos Trump los que ahora piden irse a la bancarrota. Siete, rojo, par y pasa… secretos de la ruleta que hace que la crisis made in usa sea siempre diferente.
martes, 17 de febrero de 2009
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