jueves, 26 de febrero de 2009

Dos historias, una moneda

No me gusta el café, pero desde hace años no perdono una visita diaria al Starbucks. Me encanta, lo necesito, es como un vicio. Mi caramelo líquido me recuerda a los toffes de antaño. Una necesidad como otra cualquier, un vicio que lleva como aliciente marcar diferencias. Nieve o haga un calor de justicia, mi cantinela diaria es pedir y tomarme un vaso helado cargado de leche, mucho caramelo, poco café y un chorretón de vainilla. Repito y hago lo mismo desde hace años en un puñado de establecimientos. Me conocen en todos y todos me consideran cliente al que confiar sus pequeñas aventuras. Los hispanos son quienes siempre me sorprenden. Un argentino no ha dejado de pedirme trabajo desde hace dos años. Esta misma tarde un salvadoreño me dejaba parado con su despedida. Quince dias y no volveremos a vernos en año y medio. Venga, hombre, ya será menos. Tiene 22 años, me recomendaba y me explicaba las ventajas de la tarjeta negra gold de Starbucks solo hace dos meses. Esta tarde se despedida. Estoy en la reserva y ahora me mandan a Afganistán. Todos mis compàñeros en activo ya están alli. Ahora me reincorporo, tengo un periodo de entrenamiento y luego a Kabul. Setenta y cinco mil hombres iran como refuerzo a la guerra de Afganistan. Es el titular que vuelve a mi memoria. Me quedo mas helado que el último caramelo que ha puesto en mis manos. ¿Tienes miedo?, acierto a preguntar. Bueno, se que la zona oriental de Afganistán es la que hay ahora que controlar. Mi padre fue tambien militar. Mi madre esta acostumbrada, pero sí, está preocupada como yo. Calla, me mira, y calla. No ha dicho ni una sola palabra hasta cuando solo he podido desearle suerte. Hoy en el Starbucks de la esquina hay menos gente que de costumbre. Será la crisis o será la guerra. Este salvadoreño de 22 años, soltero que trabajaba en Starbucks se quedará con las ganas de salir en la tele para contar su historia. Cosas de la vida... Sorpresas que tenemos cerca y que nos pasan generalemnte por altodesa. A cambio, en la todopoderosa CNN, un reportaje ha convertido en paradigma nacional el impago de una hipoteca. Es la crisis, la economia que atonta mientras hace tambalearse al sistema. El reportaje ha tenido miga y ha dado mucho que pensar. Los chicos de la cadena de Atlanta están sorprendidos y denuncian que al ciudadano de a pie no le llegan los dólares que el reparto mil millonario de Obama saca de una caja vacia. Sorprendente. Los periodistas de la CNN han encontrado a una conductora de Nueva York que debe ocho meses de alquiler. Esta desesperada, pide ayuda entre sollozos, no tiene como pagar esa deuda que lleva aparejada la amenaza de la expropiación forzosa. Los chicos de la tele, lo entienden , lo comprenden y se convierten en desisteresados altavoces de su mensaje. Hay un dato que pasa extrañamente casi desapercibido en el reportaje. La casa que compró la conductora de autobuses neoyorkinos estaba valorada en 800 mil dólares. No hay vuelta de hoja. Este es el pais de los sueños, pero a veces da la impresión de que no conocen el cuento de la lechera. Menos mal que la vida sigue, en Nueva York y en Afganistán. Y que antes y despues, en un país que invoca a Dios siempre que puede, son tambien muchos los que con la solidaridad en la boca se tientan los bolsillos para decir en alto... que no paguemos justos por pecadores.

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