Uno de cada seis soldados estadounidenses que regresa a casa de las guerras presenta problemas psicológicos de los que tiene que ser atendido. Desde hace cinco años, los responsables políticos y militares -no digamos quienes tratan directamente a los afectados- saben de la existencia de un problema que tambien viven en el frente. Hace solo unas horas , en la base militar de Irak que visitan los presidente y que pomposamente llaman Camp Liberty, los traumas de la guerra han provocado una terrible matanza. Un soldado estadounidense ha disparado a bocajarro contra cinco compañeros a los que causaba la muerte. El comunicado oficial de los mandos militares, el pésame y la conmoción escrita del presidente Barack Obama, las ruedas de prensa en el Pentágono y la Casa Blanca han dado muy pocas explicaciones. No hay todavia nombres, ni detalles. Las familias del autor de los hechos y de los cinco caidos que se encontraban en un centro de atención médica en Irak van a ser las primeras en enterarse de lo sucedido. Obama está conmocionado. Ha llamado a su ministro Gates para pedirle explicaciones. Ha dejado decir a su portavoz Gibbs que lo sucedido en el centro de asesoramiento de stress en Camp Liberty representa una tragedia terrible. El presidente sigue teniendo que lidiar con más de un problema al mismo tiempo. Esta mañana, en los medios de comunicación escritos la noticia se esconde en paginas interiores. No es que sea la razón un canto a la vida, es que para The New York Times el relevo de generales en Afganistan parece ser más importante y tener más calado de futuro que sus muertos en Irak. Las varas de medir serán siempre diferentes en un país donde las familias militares están acostumbradas a tratar sus problemas sin que la mano derecha se entere de lo que hace la izquierda. Una madre de un soldado me contaba que había terminado por entenderlo. Los miedos y traumas de la guerra se quedan de por vida en los cuarteles. Esa es la familia del soldado, la otra familia donde a veces la tragedia acaba llevando a la tumba las soluciones. Sin quererlo y por las coincidencias que siempre acaba teniendo el destino, George Bush y Barack Obama, han empezado y acabado mirando al mismo sitio. En Camp Liberty a Bush le tiraban zapatos encima, desde Camp Liberty a Obama le han vuelto a recordar un problema envenenado.
martes, 12 de mayo de 2009
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