Esta vez es el primer Memorial Day que Estados Unidos vive con un presidente negro. No me gusta decir que Barack Obama sea negro, es evidente que así lo es, pero me gusta y prefiero reconocerlo como el hijo de un estudiante que llegó a este pais, se enamoró, se divorció de una niña mona de Kansas y regresó como economista y agitador a su Kenya natal. Obama lo ha contado al mundo con esa singularidad que siempre le caracteriza. Se hizo hombre buceando en su pasado, descubriendo la verdad y visitando a la familia que todavía tiene en Africa. El presidente Obama tendrá ahora la oportunidad de explicar qué siente cuando desde la Casa Blanca puede vivir y escuchar un Washington diferente. Esa es la otra cara que ofrece la capital federal de los Estados Unidos cuando se convierte en Plaza Mayor de los cincuenta estados federados. Un Memorial Day en Washington DC es otra historia. Un rompeolas de recuerdos que debe vivirse con el manual de la Historia y de los Estados Unidos. No hay más remedio. Caso contrario se corre el peligro de no enterarse nada. Hablar por hablar. Vivir en la innopia de pacifismos de salón sin descubrir el espíritu de un dia extraodinario. Los veteranos y las motos se hacen dueños y señores de las calles y monumentos de Washington DC. Hay de todo, hasta los vencidos vencedores que han hecho de Vietnam un triste holocausto. Los más jovenes son lo que todavia luchan en las guerras de Irak y Afganistán, los que todavia pueden recibir honores militares si acaban sus vidas descansando en el cercano cementerio de Arlington. La memoria y el presente pueden asi darse la mano. No están todos los que son pero si están los que nunca volverán. La idea es tan sofisticada y diferente que en este ultimo lunes festivo de mayo siempre ha habido y habrá motivos para mirar a futuro. Es cuestión de talante. Una forma de ser que algunos consideran tan solo bicentenaria, tan vieja y tan joven como un país capaz de honrar a sus muertos el mismo dia que inauguran piscinas, invitan a los amigos y vecinos a comer barbacoas y adornan con miles de cientos de banderas cada una de esas tumbas en las que descansa una mujer o un hombre al que han dado el santo y seña de haber sido capaz de dar la vida por la libertad y felicidad de todos. Ese es un credo, una religión que cuesta entender en muchos otros lugares del mundo.
domingo, 24 de mayo de 2009
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