John había trabajado treinta y cinco años. Llevaba parado cinco meses. Presume de vivir de las rentas. Es periodista y quiere pasar página sin mirar al espejo retrovisor. Hoy ha estado de enhorabuena. Somos amigos desde hace tiempo. Nos citamos en el Starbucks de la calle Wisconsin. Hace unas horas, había vivido y descubierto nuevas sensaciones. Quería contármelo
todo. Acababa de hacer colas para entregar su Curriculum Vitae en empresas diferentes. Resumé le llaman a este lado del charco. Toda una experiencia. John pasaba de los cincuenta pero decía tener una vida por delante. La historia -me dijo- es tan singular como aleccionadora. Busco empleo y me voy a una feria del trabajo. Un paseo por un supermercado diferente. La entrada es libre pero condicionada. Hay un formulario que rellenar a la puerta. La cita ha sido en el Trinity Center de la calle Michigan de diez
de la mañana a tres de la tarde. John había llegado a mediodía. Cuatro decenas de stands recibían a propios y extraños. La Feria del Trabajo del Trinity es una de las más importantes del país. Ese era su reclamo, ese su interés. Hay que ser experto en detalles, saber lo que se quiere y no tirar nunca la toalla. John parece emocionado desgranando su aventura. La oportunidad la pintan calva. Cada chiringuito representa una oportunidad. Nada más entrar, el primero a la izquierda y en el pasillo central, está regentado por la Secretaria de Estado. Bingo!!!!. Los empleos oficales tambien están en el mercado. Es posible hablar con un agente del FBI o cotillear con una funcionaria de la Defensa de la Inteligencia Militar. Es fácil poner tu historia laboral en manos de un policia o de un agente de drogas y alimentación. Todo junto y sin sobresaltos, todo fácil y sin salirse de la fila. La primera Feria del Trabajo en Washington vivida por Jhon le ha dejado confundido. Todavía ahora trata de poner en orden contrastes e impresiones. No lo consigue ni con el te verde que ha pedido helado para acabar con tanto sofoco. Su conclusión es seguir intentándolo. Para trabajar en la Secretaria de Estado, en el FBI, en la Inteligencia Militar, en el FMA o hasta en el TSA que abre maletas en los aeropuertos es requisito prioritario ser ciudadano estadounidense. Menos sobresaltos, menos colas, menos explicaciones. Para ser periodista en la NPR le han dicho que hay que aprender ruso. La radio pública estadounidense estaba en el Job Fair del Trinity buscando entre otros muchos oficios a un corresponsal. Igual -se dijo Jhon- es más facil en un gabinete de comunicación. La Feria se habia montado en las instalaciones deportivas del Trinity College. Firestone, Chevy Chese Bank, Giant, Verizon, Wal-Mart y hasta la caduca Freddie Mac podían necesitar gentes honradas para su departamento de comunicación. Idas y venidas pero, en ese ir y venir en busca del codiciado trabajo, te podías hacer con bolígrafos, llaveros, pisapapeles, magnets y hasta pelotitas anti-stress con firma multinacional. Una hora fue suficiente para hacer comprender a John que el futuro es apasionante. Se había apuntado -me dijo- en las listas de empleo de la NPR. Había dejado su curriculum en el Trinity College. Le habían ofrecido intermediación en el gran supermercado Giant. Oportunidades de publicar su presente y pasado laboral en LatPro. Le dieron calabazas en Verizon donde solo necesitaban técnicos instaladores. Había pasado por delante de Bridgetone Firestone pensando en que rueda había pinchado. Fue una jornada apasionante, diferente, instructiva y extraordinaria. John seguía hablando de ello con inusitada minuciosidad. Al final, nos despedimos. Quedamos en encontrarnos el fin de semana. Me hizo un regalo, un llavero de Orange. Es negro, pero se le enciende una lucecita blanca muy útil para encontar trabajo en este mundo en el que vivimos.
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