La historia la escriben los vencedores, pero la Historia de Pearl Harbor vista en Pearl Harbor encoge el alma. Las comparaciones siempre odiosas resultan aqui extraordinariamente gemelas. El Dia de la Infamia que bautizara el presidente Franklin Delano Roosevelt puede casi tocarse con los dedos gracias a un presente mucho más cercano. La mañana del domingo de aquel 7 de diciembre de 1941 recuerda a la fuerza ese otro martes 11 de septiembre del 2001 en el que George Bush se quedó de piedra leyendo un libro de cuentos en un colegio floridano, antes de subir a su avión y perderse por el país durante nueve largas horas que es lo que le costó volver sano y salvo al despacho oval de la Casa Blanca . FDR se levantó de su silla de ruedas para declarar al día siguiente y con el beneplácito del Congreso la guerra a Japón. Estados Unidos tomaba billete para la que fue la Segunda Gran Guerra. Casi sesenta años después, el gobierno talibán de Afganistán fue borrado del mapa con el consentimiento y anuencia de la comunidad internacional. Japón pagó con creces su osadia. La historia más sabida son dos bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki, pero hay versiones y lecturas para todos los gustos. Esta claro que la Historia que escriben y cuentan los vencedores silencia otras consecuencias. Los hijos de nuestro hijos -además de Irak o de Guantanamo- podrán saber cómo fue del trato o la reacción de la ciudadanía estadounidense para con sus compatriotras árabes y musulmanes. A día de hoy la colaboración ciudadana, los amigos de asociaciones culturales árabes de los Estados Unidos han puesto pies en polvorosa. Ser arabe-estadounidense no ha llegado de momento a ser tan peligroso como ser japones-americano en la década de los años cuarenta del siglo pasado, pero la psicosis y el miedo colectivo está en marcha y es consustacial a las esencias de este país desde las Brujas de Salem (1692). Las consecuencias de la que fue la primera gran bofetada al gigante estadounidesnse en las bases que ocupaban en la isla de Oahu se pagaron con sangre. Mas de 120 mil ciudadanos japo-estadounidenses fueron detenidos, expropiados y trasladados a la fuerza hasta centros de reclusión del continente. Campos de concentración con más de 120 mil detenidos sobre los que pasan de puntillas los historiadores que por aquellos mismos años debian alabar la ayuda estadounidense para librar a los judios del yugo nazi. Cuando el siglo XX estaba dipuesto a pasar página, Bill Clinton fue el primero en pedir perdón. El primer presidente que reconocía /sin más derechos/ unos excesos de los que tambien hablaban esta mañana en Pearl Harbot lágrimas que en forma de aceite brotaban a la superficie de la bahia hawainana. Son parte ineludible del cementerio humano. Lágrimas que derraman desde el 7 de diciembre de 1941 más de 900 hombres. Marines estadounidenses consumidos entre el amasajo de hierros que a doce metros de profundidad y sobre un lecho de siete metros de fango descansan entre los retos del Arizona. El monumeto está construido sobre los restos de la nave y sobre lo que debería ser su puente de mando. El diseño, firmado por el arquitecto Alfred Preis, solo son 56 metros de piedra blanca abiertos por doquier a los cuatro vientos. El memorial quiere ser un símbolo de la caida y de la reacción hasta la victoria. Es el mensaje. Subida, bajada y subida en un rectángulo marino donde no puede faltar la capilla con el listado de los casi 2500 muertos. La inmensidad de la bahia de Pearl Harbor / una sola quinta parte visible desde este parque temático gratuito que se llena a diario hasta la bandera/ la inmensidad de la bahia de Pearl Harbor es infinita si se la compara con la hoy llamada zona cero. En Nueva York, una viga de aquellos gigantes edificios convertida en cruz de esperanza y un mar de tierra a la espera de cemento reparador son el testimonio para el contraste. Las comparaciones son siempre odiosas, pero por desgracia pueden servir para demostrar que la Historia es tan caprichosa como para repetirse aunque solo sea para aviso a navegantes.
jueves, 19 de julio de 2007
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