La playa de Kailua no es la playa de Waikiki y ni tiene ganas de parecérsele. Estamos en el sur este de la isla de Ohau, frente a frente de una cordillera en la que chocan las nubes que dejan a la isla divida en doce miniclimas. Las nubes coronan cumbres que alcanzan los 4000 pies, montañas de pliegues que por esta cara son verdes y boscosas y del lado contrario más secas y esteparias. La peregrinación de coches por las carreteras serpenteantes que esconden calas y acantilados en los que golpean las olas del mar es regular en toda estación del año. La oferta de encontrarte en el paraiso es similar para los estadounidenes o los japoneses que tienen a este archipiélago como punto intermedio de encuentro en el centro del Pacífico. La familia La –Patrick y Kelly- tienen su casa a una manzana de la playa. Viven con sus tres hijos y como hawaianos de pura cepa están encantados de sacarse unos dólares extras con el negocio mas rentable de la isla. El turismo deja aquí al año unos 12 mil millones de dólares, el maná con el que marcar diferencias. Hawaii tiene un 0,02 de desempleados, pero nadie puede decir que aqui el trabajo es como el que se hace y se sufre en el continente. El hawaiano es solo un estadounidense adoptado que a día de hoy quiere conservar y recuperar sus tradiciones. Los más nacionalistas recuerdan que las bases deberian desaparecer de su mapa. Los hawaianos tienen propiedad sobre sus tierras, son sus dueños, las arriendan a quienes llegaron más tarde. Ellos son los encargados de firmar contratos por decadas y cobrar cada mes la propiedad que han heredado de sus padres, sus padres de sus abuelos y así hasta que sus hijos vuelvan hacer lo propio con quines -si son blancos y tienen dólares- desearían cambiar la suerte de un futuro que garantiza a los hawaianos trabajar poco y seguir recondando aquellos tiempos donde cazar, pescar y recoger los frutos de la tierra eran la mejor garantía para su propio sustento. Los hawaianos tocan, socializan, se enseñan bronceados y con el torso desnudo. Van descalzos por un asfalto donde los arcoiris han saltado y saltan del cielo a las matrículas de sus coches, a los carnets de conducir, a escudos y postales que sin quererlo o queriéndolo son su otra bandera de identidad. La verdadera enseña nacional parece sinembargo un viejo recuerdo del viejo marino ingles James Cook, a la postre descubridor oficial y primero en formalizar el registro de propiedad de estas islas a nombre de la corona británica. El blanco en su bandera barrada es casi universal, un grito de paz donde el español López de Villalobos o el portugués Joao Gaetano ríen sin salir en las fotos. Ellos son quienes pasaron por aqui primero. Quienes convirtieron a la islas en el punto secreto de sus viajes. En parada y fonda, en referencia obligada para saltar del llamado Nuevo Mundo a las Filipinas. La religión y las religiones hicieron el resto. El reparto y la bendición de Roma -que llenaba el mundo de lineas imaginarias en favor de los muy religiosos pueblos de la península ibérica- la bendicióm papal siguío durante muchos siglos repartiendo el mundo a cristazo limpizo. Hawai esta mañana entre luces y sombras sigue siendo tambien un recuerdo y obligada referencia para la Historia.
sábado, 14 de julio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario