Los turistas son ricos y hasta famosos en Hawai. Los que salen en revistas, las chicas y chicos de Hollywood, prefieren lucir palmitos al sol. Los fotógrafos hacen trabajos apasionantes. Algunos de estos trabajos rozan lo increible, pues hacer un reportaje matrimonial pisando arena y con paraguas al viento es algo que obliga a frotarse los ojos. La sorpresa no es solo patrimonio de recien casados. Salta a la vista donde menos te lo esperas. En Ohau la plantación Dole es otro buen ejemplo de como puedes con ganas, dinero y turismo garantizado buscarle tres pies al gato. Dole es una marca comercial registrada. Una fábrica de piñas que vende producto autóctono en los más lejanos confines del mundo. Esta plantación, entre las muchas que le rodean al norte de la isla de Ohau, quiere presentarse como pionera en su género. Dole Plantation se enseña. Está abierta al público, al curioso visitante, a quien por un puñado de dólares llevarán en tren, pasearán por jardines y perderán en el que venden como el mayor laberinto del mundo. Dole cumple a ritmo de tren miniatura su función didáctica. Abre al menos una curiosa historia que solo presenta sin ninguna gana de buscarle puntos a las ies. Las plantaciones como Dole cambiaron la faz de las islas. Ellas solitas y a mitad del siglo XIX se convirtieron en la razón última de migraciones e intercambios. Eso dicen, eso venden y por eso hay todavía ahora que seguir fortándose los ojos. La población hawaiana era en 1853 un 97,1% autóctona. Solo treinta años más tarde, solo cuando estas planaciones necesitaron de mano de obra barata, en 1880, los hawaianos habían ya cedido mayorias a los japoneses capaces de sumar hasta un 42,7 de los habitantes frente al 16, 3 de sus anfitriones a los que se añadian portugueses (10,6%), chinos (9,2%), filipinos (8,2%), caucásicos (7,7%), puerto riqueños (2,2%) o coreanos (1,9%). Dole Plantation se presenta como esa gran institución que velaba por la cultura e idiosincracia de sus empleados. Los campos de trabajo estaban cerca de los pabellones donde las diferentes comunidades solidarizaban costumbres y tradiciones pero sin necesidad de mezclarse ni compartir puerta con puerta. Dole pagaba, no hacia esclavos. Gratificaba a sus empleados con el añadido de vivienda y manuntención. Pagaba el seguro médico, atendía con 20 dólares al mes las necesidades externas y se alegraba de ver como la población infantil llenaba los colegios públicos de la isla. La platación Dole era la mamá y el papá de unos hombres y mujeres que con sus familias llegaron al paraiso. Es con mucho el cuento más redondo que nunca jamas pensaba escuchar. La realidad en todo caso es ver campo y campos volcánicos ganados al sol por el agua milagrosa y la mano del hombre que con el tiempo aprovecho todo su ingenio para plantar árboles en terreno a priori hostil. La diversificación de los cultivos, las maquinas, la irrigación gota a gota hizo el resto. Dole es tierra roja con agua gratis. Agua que llega a cada planta, a cada campo, de forma directa y particular. Se han hecho túneles y diques, se han multiplicado los tubos conductores del líquido elemento y una cubierta plastificada garantiza casi siempre la no evaporación. Papayas, mango, lychees, rambutan, cacao, te... hay alguien que dé más. Y eso sin olvidar el propducto nacional, el Lei, sus flores para collares sagrados en donde los hawaianos se dan mensajes e información. Dole se presenta pues como la gran empresa de empresas hawaianas. Ofrece al turista otro viaje al tiempo, la oportuidad de leer más sobre cultivos, plantas, flores y tradiciones. Presumen incluso de haber dado trabajo a españoles sin ser esta precisamente la parte del mundo donde se pueda hablar o leer alguna palabra en castellano. Bueno, salvo ese aporte a la cultura hispana firmado en su dia por el presidente George Bush que aquí repiten showmen de segunda al grito pelado de esta es mi casa, esta es su casa.
miércoles, 18 de julio de 2007
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