lunes, 26 de febrero de 2007

LA 79 EDICION DE LOS OSCAR



Una fiesta que acaba en los Estados Unidos a las doce y veinte de la noche, es una fiesta que tiene garantizado en este país haber dormido a las ovejas. Este año fue, por fín, el año de Martin Scorsese, el llamado a compartir el olimpo al ganarse cuatro estatuillas con Infiltrados. Pero la 79 edición de los oscar fue por encima de todo multicultural y multirracial y con el permiso de crítica y público tremendamente latina. Era el argentino Gustavo Santaolalla el encargado de dar el grito de guerra cuando recogía el oscar a la banda sonora, único premio, cosechado por Babel después de la barrida mexicano-española protagonizada por EL LABERINTO DEL FAUNO. Motse Ribé con David Martí y Pilar Revuelta agradecian a Guillermo del Toro ser los tres nuevos españoles que han conseguido sumar sus nombres a la lista de premiados nacionales con estatuilla, aunque la fiesta no fue completa. Penélope Cruz, como los directores de los cortos Binta y la gran idea o Eramos pocos se veían compuestos y sin novios en una gala donde la presentadora y conductora Helen De Generes –lesbiana, acuario y vegetariana, como gusta definirse- acababa desdibujada y pobre para los críticos más feroces de la prensa estadounidense. La foto con Clint Eastwood firmada por Spilberg tendrá sinembargo para ella algo mas que el recuerdo de una noche donde el compositor y músico italiano Ennio Morricone marcó aun mas la internacionalidad de la fábrica de los sueños en la que se ha convertido Hollywood. Lástima que a la postre, las tres horas y cuarenta y ocho minutos de gala-televisada resultara aburrida y horrosa para críticos como Tom Shales encargado de preguntarse desde las páginas del prestigioso The Washington Pots si los oscar no han sido y deberían ser una fiesta del cine y de las películas estadounidense. Menos mal que hasta un exvicepersidente como Al Gore se había encargado de poner las cosas en su sitio, no solo fue agradecido por los dos oscar que se gano por su conferencia –una verdad inconveniente- hasta se presto a la broma de permitir que la música le dejara sin palabras justo cuando pretendía leer al respetable su nuevo e hipotético programa para re-emprender la carrera hacia la presidencia de los Estados Unidos.

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