jueves, 17 de julio de 2008

Seldovia (AK), en misa de domingo

Si Alaska siguiese siendo propiedad de los zares rusos, en Seldovia irían a misa los domingos del verano. La iglesia ortodoxa de Seldovia recuerda tiempos pasados y seguramente muy diferentes a los que ahora viven unos doscientos estadounidenses orgullosos de serlo. Seldovia es el punto y seguido al sur que acaba en la ciudad de Homer. El mar es la puerta de llegada a lo que ahora venden como el camino de entrada al paraiso. La exageración es la nota característica. Caminos pocos, y paraiso que salte a la vista ninguno. Seldovia es una tierra ganada al mar y a la montaña. Tiene ese encanto añadido que da Alaska a todos sus confines. Nieve, frío, agua, sol, viento… Antes y después, pequeñas islas sirven de refugio natural a los viajeros. Los más atrevidos juegan a ser capitanes Cook en hora de descubrimientos. Saber flotar en el frío es sinónimo de aventura. Antes de llegar a Seldovia hay casitas costeras en medio de la nada. Unos valientes en kayak hacen creer que no tienen frío. Ballenas, leones marinos, nutrias, focas, aves pingüinos y toneladas de peces entre los que no faltarán salmones viajeros y halibuts gigantescos serán las otras criaturas que compartan viajes y descubrimientos. Hay que verlo para creerlo, imaginarlo es otro cantar. Máxime cuando hay siempre quien se encarga de recordar que esto, aunque bien abrigados, sigue siendo verano.

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