Cuantas cosas pasan en un solo día para hacernos olvidar las que son importantes. Este lunes ha servido para que Barack Obama siga confirmando que su cambio está vendido a la experiencia. Todo lo contrario de hacernos jóvenes a los viejos. Ahora en los Estados Unidos, se van a enterar los votantes de primera generación hasta dónde pueden llegar los sueños. Son las cosas de la vida, las que por desgracia presumen de contarnos o querer contarnos los que dicen haber vivido. Obama ha llamado a Hillary Clinton a salir en la foto. La quiere de secretaria de estado, como Bill quiso a Madeleine a su lado. Claro que la historia es diferente y muy diferentes sus protagonistas. Pero hoy no toca decir de qué va el cambio o de qué la recesión confirmada que ha hecho volver a temblar a Wall Street. Este lunes quería yo decir que a pesar de los torbellinos noticiosos hay en la vida momentos en los que todo puede quedar parado por un instante. Que locura, que carrera al spring este primer lunes de diciembre. Acabo de cerrar la casa de la radio en Washington con una sonrisa convertida en llanto. Entregue las llaves de la que fue nuestra vivienda nueve años y medio a una propietaria deseosa de seguir cobrabrando renta sin mayor preocupación que su propio bolsillo. Ni se había enterado, no quiso enterarse, de qué iba la fiesta. Después de todo, en este Washington del cambio la nueva administración demócrata volverá a llenar los arrabales de la capital federal de los Estados Unidos de nuevos jefes y jefecillos dispuestos alegrarnos la vida a todos los mortales. Este lunes, no es todavía ese día. Por eso, el abogado Benach me ha llamado para decir que deja su despacho o el despacho de sus patrones para montar el suyo propio. ¿Hay quien dé más?, me preguntaba en medio de un ir y venir del que ultimamente parece estoy condenado a no salir. Claro. Faltan detalles. Recoger en el cole a mi hijo para que llegue a tiempo a su clase particular. Sacar a Tuna a pasear por los alrededores del nuevo hogar con bolsita siempre a mano por si hace sus necesidades. Procurar que mi hija deje sin usar el teléfono móvil hasta mañana. Mandar los números de noviembre a la radio y comprobar que diciembre empieza con la cuenta bancaria sin recibir la transferencia habitual. Ahora toca parar y mirar hacia arriba. Pedir tiempo, minuto y resultado porque este lunes me habían estado agarrando por los huevenis sin que nadie -ni tan solo a la vuelta de la esquina, pero tampoco a cientos de kilómetros de distancia- nadie pueda saber que es Mario, solo Mario, quien ha estado todo el día presente en mi memoria. Ada Inés desde el Banco Interamericano de Desarrollo me recomendaba hablar con Cristina y Gerardo. Maggio y Quattar han pasado a mejor vida. Muriel, ánimo, queda menos... Y por si era poco lo mucho que te queda vas y me dices que llame a Carlos por el medio. Joder, que lunes. Mario duerme o hace que duerme en la UCI de un hospital. Nos han dicho, en Barcelona y a los que más cerca tenía, que en cuatro horas de quirófano le han intentado parchear unas vértebras que se desvanecieron por el camino. Mario te quiero, pero verte de pie se me antoja un milagro. Cuando eramos pequeños jugabamos a caballitos. Bendita experiencia, podremos ahora repetirlo. Agarrate, Mario, que nos vamos. Ah, y por el camino deberás bajarte para que -si nos dejan y podemos- intentemos llevar a algunas chicas a la sillita de la reina.
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