martes, 17 de marzo de 2009

Iberia, compañía bandera

Iberia vuela alto. Esta que lo tira. Viaje de ida y vuelta Madrid-Washington-Madrid tan solo 250 euros. Las ofertas son tentadoras, incluso para subirse en un avión en estos días que la OPEP hace esfuerzos para controlar de nuevo el grifo del petroleo. Hace meses, conseguía por casi 700 dólares un viaje cerrado con el que cumplir a diestro y siniestro. Se necesita un mínimo de previsión y muchas obligaciones para ahorcarse comprando un billete aéreo con algo más de tres meses de adelanto. No digamos si ese plazo se multiplica en tiempo y deseos. Hay posibilidades para todos los gustos, menos para las improvisaciones de última hora. Iberia no está para esos trotes. Lástima. Vivimos en un mundo globalizado. Se pueden hacer reservas por internet. Pagar con tarjeta de crédito y confirmar billetes de ida y vuelta. Hay garantias para casi todos, pero siempre es recomendable leer la letra pequeña. Iberia me sorprende. Me ha soprendido siempre. Hace mas de un año, cuando se acercaba la Navidad, me comunicó en dos ocasiones la cancelación de sus vuelos vendidos. Habia pagado religiosamente para viajar como ellos querian, por eso ahora me ofrecian el cambio sin penalización y hasta -si fuese necesario o menester- devolverme el valor de la compra. Dos ocasiones dos tuve que acceder a la necesidad de verme en otro viaje y en otro día en el que llegar y volver a destino. Son gajes de cliente ahorcado a quien finalmente le toman el pelo hasta cuando le devuelven a casa con más de doce horas de retraso. Mi protesta quedó reflejada en la hoja de reclamaciones a las que deben tener acceso los responsables de quien es nuestra compañía bandera. Iberia me trató entonces, como ahora, como un cliente ejemplar. Ni una voz, ni una letra más gorda que la otra. Nada. Si quieres lo tomas y si no lo dejas. Hace solo unas horas, el resposable de turno con el que tuve la suerte de intercambiar un diálogo de sordos me dejó aparcado en un teléfono de atención al cliente. Una linea 1800 a la que en España -dicho sea de paso- es imposible acceder si se quiere consultar desde teléfono que no sea móvil o acepte el cargo inmediato de una tarifa extra. Ventajas de internacionalizarnos y aprender de lo que otros hacen, pienso en mi desafuero. Iberia sabe que no estoy en condiciones de exigir, por eso me atiende con parsimonia. Tengo un problema, caballero, quiero volar el 27 de marzo, retrasar 48 horas mi viaje, solucionar en tierra unos asuntos y llegar luego a destino lo antes posible. Música de intervalo. Silencio de intenciones. Ofertas cruzadas para viajar a Madrid y no directamente desde Nueva York a Barcelona. Quiero lo mismo, pero solo 48 horas más tarde, por favor. Más música en la intimidad. Silencio en la linea. Por fin, la solución. Está bien. Han cambiado tarifas y su nuevo billete con los 190 dólares de penalización tiene un precio final de 650 dólares. Qué me dice. Es lo mismo que pague hace tres meses por el billete completo que ahora tengo en mis manos. Todavia espero respuesta. Me dejaron aparcado en linea, a la espera de las soluciones del supervisor de turno. Gajes del oficio. Iberia vuela alto, aunque por lo menos ahora no son ellos quienes suspenden el vuelo ni yo quien va a resignarse a quedarse en tierra. Nos veremos en los cielos con las consabidas sorpresas de ultima hora. Serán las suyas, como siempre, hasta que sea capaz de mandarles a paseo.

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