George Bush ha conseguido hacer del quinto aniversrio del once de septiembre una jornada interminable. Vestido de luto riguroso, junto con su esposa Laura, ha seguido emocionado el silencio que introducia el tañir de la campana. Lejos de lo que pude ser su constumbre, el presidente de los Estados Unidos, lleva 24 horas dedicado a tiempo completo al acontecimiento. Su mensaje, mas politico que ayer pero menos que mañana cuando el 7 de noviembre sean las elecciones de mitad de mandato, sigue siendo el mismo. Hay que aprender y sacar consecuencia, como las que desde el Pentagono decia en alto el general Pace, jefe del alto estado mayor. Cheney y Rumsfeld le escuchaban boquiabiertos, un millon trecientos mil soldados luchan desde hace cinco años en el campo de batalla, donde casi han muerto defendiendo al pais y velando por su seguridad el mismo numero de hombres que los que perdian la vida en las Torres Gemelas de Nueva York, en las afueras de Washington, en el Pentagono, o en el canmpo de Shanksville, en Pensilvania hasta donde llegaban hoy las palabras de aliento de un presidente que todavía espera dirigirse a la nacion a partir de la nueve de la noche. Seran las tres de la proxima madrugada en España.
lunes, 11 de septiembre de 2006
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