La profesora Julia Simner , desde la Universidad británica de Edimburgo, me ha quitado el sueño desde el llamado día de Acción de gracias. Ella no lo sabe, pero en ese jueves que los estadounidenses se meten en casa, comen pavo y reunen a toda la familia antes de lanzarse al único puente del año en el que se dedican a comprarlo todo, Julia se marcaba un artículo de campanillas en el muy pretigioso y aclamado periódico The New York Times. Julia Simner es una experta en el area de la comprensión y la producción del leguaje. Una mujer que en la radio – RADIO toda con mayúscula- sería una bomba. Julia escribe de la SINESTESIA, una rara condicion que se transmite de padres a hijos y que se caracteriza por la extraordinaria o desafortunada vitud de mezclar los cinco sentidos. Ella, como buena profesora, convierte las letras, los números y hasta las notas musicales en colores. Un afortunado sinestésico –escribe- veria la A mayucula en color verde, el 5 más 2 tendría tonos azulados… y así hasta donde pueda llevarnos nuestra imaginación. Sinestésicos en el mundo se cuentan con los dedos de las manos. La profesora Simner ha encontrado cinco en los Estados Unidos y cinco en Europa. ¿Seré yo uno de ellos, quizá, usted que me escucha? La supuesta habilidad de traducir letras por colores poco me interesa, pero se imagina –como dicen los estudios de la profesora Julia Simner- conseguir que cada palabra, idea o persona que escuchamos en la radio despierte en nosotros sensaciones gustativas. Si fuese sinestésico acabaria empachado. Mi receta pasaría por llamar al genio de Ferrán Adriá para invitarle a llenar de imaginación todos los sabores. Hagan lo propio con aquello que mas les guste. La sinestia es gratis, un don o una desgracia caida del cielo. Basta solo saber si somos nosotros uno de los llamados elegidos. Lo siguiente es practicar. A mí, personalmente y con la diferencia horaria, el Diario de las dos de Rafael Bermejo me sabe a rebanada de pan con mermelada de higos, el de la tarde con Raul Heitzman dispara todos mis jugos gástricos. Puede ser Toro aburí a lo japonés o una sopa de calabaza en el Jaleo de la esquina. 24 horas, dirigido por Fermín Bocos se me confunde con el vicio diario del caramel machiato (un café muy ligh al estilo estadounidense firmado por la conquistadora Starbucks). España a la ocho y Julian Salgado son por obligación el vaso de leche, el punto y final de la sinestesia que desde este país, tiene aún más delito: cuando Europa se levanta yo me voy a dormir dispuesto a darle a Julia Simner todas las razones. La primera y la más importante… no haberme olvidado ni en la radio ni delante del ordenador ninguno de mis cinco sentidos.
martes, 28 de noviembre de 2006
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