No conozco ni he tenido la oportunidad de viajar en todos los metros que hay repartidos por el mundo, pero el metro de Washington DC es el único en el que pisas moqueta mientras se mueve por los túneles que han agujereado la ciudad. Es un metro singular, tan singular que hace una decada los vascos trataron de acondicionarle la cara. La colaboración acabó como el rosario de la aurora. La empresa del metropolitano washingtoniano lleva tiempo sin ahorrar para disgustos. Una veces por amenaza o miedo a las amenzas terroristas y otras por no renovar a tiempo luces y señales, los accidentes están y han estado a la orden del dóa. El metropolita de Washington sale tambien en las películas pero es menos famoso que el metro neoyorkino. Una de sus leyendas es que puede estar construido con una doble función pública tan loable como estrafalaria. El metro de Washington, además de ser un enmoquetado medio de transporte, podría servir como refugio nuclear por la profundidad que alcanzan alguna de sus estaciones y por el granito que envuelve buena parte de su trazado. La idea siempre me ha parecido peregrina: cuando se tira una bomba nuclear o se esparce un dedalillo bactereológico no hay tiempo de encontrar losetas gigantescas que sellen a cal y canto túneles y estaciones. La solución pasa por contemplar día tras día cómo los viajeros capitalinos se atreven a olvidarse de los miedos. Esta misma tarde, cuando muchos regresaban a casa, los más usaban auriculares para escuchar música, guardaban en la mochila el ipad, subian el volumen del iphone o dormían esperando despertar en la próxima estación.
lunes, 7 de febrero de 2011
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