viernes, 25 de febrero de 2011

110 km/h

Los españoles van a ir más despacio para ahorrar energía. Es un idea del gobierno Zapatero, una idea que debiera ayudar a ahorrar miles de millones de euros y mucho litros de combustible. La medida -circular a 110 Km/h en autopistas y autovias- entrará en vigor el próximo siete de marzo. Será provisional, tan provisional como bajar un 5% los abonos y billetes de los trenes de cercanía y media distancia. Los trenes de larga distancia y el AVE están exentos... no vaya a facilitarse el estar lejos de la puerta de casa. El Gobierno es generoso, cuida de sus ciudadanos sabedor de que cada diez dólares de aumento en el precio del barril de crudo las cuentas de la abuela engordan la friolera de seis mil millones de euros. Es palabrita de vicepresidente, una palabrita que debiera ser como la del Niño Jesús. ¿Por qué sus palabras suenan entonces a cachondeo? Seguramente por los complementos... y porque nada se dice de quien es al final el que paga la factura. Por eso ahora el Gobierno vuelve a meter mano a la idiosincracia nacional. Dice a la gente lo que hay que hacer, materia siempre peligrosa. Y se lo dice por una temporada, esperando a que escampe. Llueve sobre mojado, aunque una vez más llueve sobre nuestras carteras. Antes de ahorrar, compraremos pegatinas para corregir las señales de limitación de velocidad en autovías y autopistas. Gastaremos en imprimir nuevos precios para bonos y billetes de tren. Volveremos a tener la tentación de preguntar porque los fabricantes de coches se esfuerzan en rebasar siempre los límites autorizados. Nos preguntaremos para qué tenemos tanto molino de viento dando vueltas por doquier. Todo vale, incluso comprender lo necesario que a veces resulta decir basta. En Estados Unidos, en tierras de Wisconsin, hay ciudadanos-funcionarios que dicen ser egipcios defendiendo su libertad y sus dineros. Es un pelín exagerado, pero obligar hoy a los ciudadanos españoles a ir más despacio de forma provisional tiene tanto de arrogancia como de majaderia. No llegar o pasarse siempre ha sido un mal remedio.

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