Barack Obama se ha encontrado sin quererlo con otra patata caliente. Llegó a El Cairo y habló al mundo musulmán con tantas balas y helicópteros como los que proporcionan en los países árabes sus medios de comunicación. Obama regresó a Washington y sus amigos israelíes se ocuparon en ponerle puntos a las ies. Llegaron luego las elecciones en Irán y detrás las protestas y las insinuaciones de pucherazo. Llevamos ya más de una semana de toma y daca y Obama dice ahora que el mundo mira a Irán. Más se pide al inquilino de la Casa Blanca. Más le piden sus aliados europeos, más todavía los medios de comunicación. Barack Obama ha vuelto a darse de bruces con su nuevo examen para sacar nota como líder del mundo. Es demasiado, pero por desgracia es lo que ahora le exigen al demócrata que encandiló a propios y extraños. La solución queda muy lejos del ver y esperar que ahora se reclama. Obama sabe que tiene un polvorín en sus manos. Los ayhatolás del 79 son los clérigos del siglo pasado. La sociedad civil es la que vive preocupada por el paro y la inflación. La crisis es más profunda que las sentencias que escriben en The New York Times firmadas desde el Líbano. Estados Unidos sabe que está jugando con fuego. Las elecciones pueden ser humo, pero han sido elecciones del poder y desde el poder las que han provocado las denuncias del tongo. Jugar a la democracia desde un régimen teocrático y autoritario puede llegar a provocar sorpresas tan desairadas como las que se dejan ver y sentir en las calles de Teherán. Los teléfonos móviles son los primeros en contarle al mundo lo que otros no pueden. Este sábado han vuelto a salir a la calle y han sido tan perseguidos y requisados como los cientos de manifestantes detenidos por no escuchar a quienes les han dicho que se queden en casa. El régimen de los ayhatolás se ha encontrado abierto en canal después de treinta años de afectos y componendas. Buscar la justicia de forma pacífica es el primer reclamo público que ha formulado el nuevo presidente estadounidense en entrevista concedida a la CBS. El candidato Mousavi y el presidente Ahmadineyad firmarían a ciegas la propuesta. Los ayatholás y el líder Jamenei lo han dicho igual o parecido. Ese es el problema. Las palabras siempre se las lleva el viento. El Consejo de la Revolución iraní dirá el próximo lunes lo que todos saben. Ahmadineyad ha ganado con el 62% de los sufragios. Las elecciones no se repiten. Mousavi llama a la huelga general. Está dispuesto a ser un mártir por la causa. Barack Obama ha elegido solo mirar y esperar. Seguro que no se fía, como antes, como desde siempre ha pasado cuando debe gestionarse la política exterior desde el consenso. Pasó antes de llegar los talibanes a Afganistán, pasó mucho antes cuando el irakí Sadam Huseim era el amigo anti-revolucionario... Estados Unidos tambien se equivoca y con Irán hay además una asignatura pendiente: conocerse sin intermediarios después de un portazo que se ha prolongado por más de treinta años. Saber cómo son las calles de Teherán después de la crisis de los rehenes. Vivir los hoteles y las fiestas donde no falta el alcohol. Distinguir el grano de la paja y callar. Aprender a morderse la lengua no acabe siendo Mousavi un poco más de lo mismo o un poco peor de lo que ya se ha conocido. Irán es desde Jomeini a Jameini un país bien diferente. Tan diferente como lo ha sido y lo es el populista Ahmadineyah. Un presidente tan nuclear como guerrero a quien los otros -en especial los Estados Unidos y sus mejores aliados- han concedido el privilegio de convertir a su país en el líder indiscutible de la región. La mecha sigue encendida en medio de un polvorín donde otros se pegan. Los árabes y los judíos son la extraña cuadratura del círculo, por eso en la Casa Blanca y en fín de semana lo mejor es callar y rezar para que Dios pueda seguir bendiciendo a los Estados Unidos de América.
sábado, 20 de junio de 2009
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