Barack Obama quema sus cien días de gracia paseando perrito y explicando en sede universitaria sus desvelos para apartar de nosotros la crisis y la recesión económica. El presidente de los Estados Unidos tiene un particular don de gentes y sabe utilizarlo. Habla bien y para muchos se explica mejor. En sus discursos nadie le lleva la contraria. Todos saludan con respeto su oratoria. Están orgullosos de lo que consigue hasta sin abrir la boca. La imagen de Obama es la nueva imagen de los Estados Unidos. La última y primera gira por tierras de Europa le han granjeado parabienes por doquier. Barack es un presidente con suerte, con carisma, pero para su desgracia con problemas que pueden hasta acabar con el sistema que apuntala desde que llegó el pasado enero a la Casa Blanca. Obama se ha vuelto a poner el buzo de presidente en la muy prestigiosa universidad jesuítica de Georgetwon. Fue un discurso largo, hasta ecuménico y pastoral al recurrir a la parábola de quienes contruyen casas sobre arena o buscan piedras como cimientos. El capitalismo en crisis tiene obligaciones nuevas para el nuevo presidente. Hay que buscar las piedras para poder amasar las riquezas del futuro. En eso están o deberían estar los padres de la patria y un gobierno que sabe que el consumo es el mejor billete para salir del atolladero. Obama sabe definir y explicar al detalle por dónde empezaron los problemas. Lástima que las soluciones no puedan ofrecerse con los mismos resultados. Son hipotesis, buenos deseos que incluso en ocasiones hacen temblar de espanto. Obama no es perfecto. Quien habla se equivoca y si habla de economía es fácil intuir que no siempre dos y dos van a ser cuatro. El presidente quería en la Universidad de Georgetwon y desde el centro de Washington DC. explicar porque es mejor ayudar directamente a los bancos y no a los ciudadnos de a pie que se ahogan en deudas e impagos. La tarea era complicada por no decir que imposible. Pero Obama es mucho Obama y en periodo de gracia es hasta posible echar mano de una barita mágica con la que pintar ilusiones. Ustedes me preguntan que hay de lo mio -decía el presidente- Yo sé que su derecho moral les asiste, pero está claro que un dólar en manos del banco son ocho sólares a repartir entre quienes mas lo necesitan. Obama ha vuelto a sorprenderme. Seguro que se lo cree, asi lo ha pregonado a los cuatro vientos. La duda está en saber a que ocho ciudadanos le van a dar el dólar que el gobierno ha sacado de la caja de todos. Ya no habrá que hablar de a qué precio, con qué interes van a devolverse las caritativas inyecciones que la banca hará ahora a los ciudadanos. Toca poner puertas al campo, corregir la codicia de antaño, los negocios de ayer en aras de la economia del mañana. Acabar con los gastos superfluos, reconducir la agenda sanitaria, poner al sector de la automoción en la nueva senda del progreso, invertir en educación y en nuevas tecnologías, acabar con las dependencias energéticas, salir al encuentro del futuro con ideas más limpias y menos contaminantes son promesas de una agenda de puntos y seguidos. Despues de todo, Barack Obama se retrata. No hay tiempo que perder ante situaciones extraordinarias que requieren soluciones extraordinarias. Asi las cosas, el dólar al banco es como el perriro Bo. Por eso, sin estar en el guión, sin haberlo preparado, la familia presidencial ha salido a pasear con su mascota por los jardines de la Casa Blanca. Bo se las prometía felices, como los Obama, el mismo día que el presidente ha vuelto a intentar dar respuesta al ciudadano de a pie. Ya lo saben. Lo suyo, ayer como hoy, parece tambien que como mañana, sigue estando en el dólar que le han dejado al banco para que lo ponga en manos de ocho ejemplares ciudadanos. Como antes, como siempre.
martes, 14 de abril de 2009
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