El Periódico de Cataluña convierte en destacada la carta de su lectora Carlota Carrión. Es una misiva escrita desde la angustia del paro. Una historia para leer despacio y pensar deprisa. Pensar, ese debe ser uno de nuestros más graves problemas. Carlota lo pasa mal, vive sin vivir después de un divorcio y en esa barrera que supuestamente marcan los cincuenta años. El Periódico titula mal. ¨La pesadilla de un parado que no puede trabajar¨. Ella quiere y puede trabajar pero no hay manera. Otros pueden y no deben. Tenemos los parados ERE y su particular lotería portátil. Si trabajan se juegan primero la pensión y luego la jubilación verdadera. Existen los parados de por vida, los que cobran de las rentas. Los que viven del cuento y del cuento que hizo realidad la fábula de la lechera. Cada parado es un mundo y cada parado subsidiado una historia. Hasta hay parados ricos viviendo de la rentas. Y ricos pobres capaces de hacer cola para pedir un puñado de euros. Limosnas sí, trabajo poco pero siempre con la esperanza manida de que lo peor ha pasado. Detrás de todos llegan los que escriben cartas angustiosas. Los que justifican silencios imperdonables. Los que hablan más de la cuenta. Más arriba debieran estar los que piensan. Los delegados de los parados, los que ganan en las urnas la representación de todos. El Gobierno de España debiera ser tan solo eso. El gestor de un desaguisado. Sería bueno y necesario trabajar y callar. Cobrar cada mes después de haber hecho bien la tarea. Hablar poco y pensar mucho. Hacer lo mejor para beneficio de todos. Administrar en tiempos de vacas flacas y con un país de pala y cubo porque el ladrillo se ha puesto muy por las nubes. Carlota está en su derecho de contarlo en voz alta. Gajes del oficio. Hasta en la protesta o en la denuncia los españoles somos diferentes. Caen chuzos de punta y cada parado aguanta su vela. En los Estados Unidos, donde los encargados de pensar dicen ver la luz al final del túnel, Benjamin Dewer ha llamado al 911 como otros llaman en España al 112. Los teléfonos de emergencias son siempre una caja de sorpresas. Benjamin con 26 añitos se ha debido pasar de listo. Su pecado fue llamar dos veces para decir tan solo que tenía hambre. Benjamin fue detenido por la policía con síntomas de embriaguez. Nada dicen de la que era su primera urgencia. Se da por entendido que las llamadas fueron hechas sin necesidad. Benjamin ha pasado la noche entre rejas y tendrá que pagar una multa de 1000 dólares. Mañana será difícil y casi extraordinario que vuelva a coger un teléfono para decir que tiene hambre.
viernes, 4 de septiembre de 2009
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