Si Alaska siguiese siendo propiedad de los zares rusos, en Seldovia irían a misa los domingos del verano. La iglesia ortodoxa de Seldovia recuerda tiempos pasados y seguramente muy diferentes a los que ahora viven unos doscientos estadounidenses orgullosos de serlo. Seldovia es el punto y seguido al sur que acaba en la ciudad de Homer. El mar es la puerta de llegada a lo que ahora venden como el camino de entrada al paraiso. La exageración es la nota característica. Caminos pocos, y paraiso que salte a la vista ninguno. Seldovia es una tierra ganada al mar y a la montaña. Tiene ese encanto añadido que da Alaska a todos sus confines. Nieve, frío, agua, sol, viento… Antes y después, pequeñas islas sirven de refugio natural a los viajeros.Los más atrevidos juegan a ser capitanes Cook en hora de descubrimientos. Saber flotar en el frío es sinónimo de aventura. Antes de llegar a Seldovia hay casitas costeras en medio de la nada. Unos valientes en kayak hacen creer que no tienen frío. Ballenas, leones marinos, nutrias, focas, aves pingüinos y toneladas de peces entre los que no faltarán salmones viajeros y halibuts gigantescos serán las otras criaturas que compartan viajes y descubrimientos. Hay que verlo para creerlo, imaginarlo es otro cantar.Máxime cuando hay siempre quien se encarga de recordar que esto,aunque bien abrigados, sigue siendo verano.
Asturiano de raíces maragatas ha decidido parar de corrrer, corriendo, mientras Barack Obama hacia que juraba el cargo de presidente de los Estados Unidos de América. Reinventarse es lo que toca después de haber dedicado media vida a la radio. Ha trabajado en periódicos, revistas y televisión. Ha dirigido informativos y programas en la radio. Le han dado premios con los que sentirse satisfecho, pero lo que ahora más le ilusiona es ver como sus hijos crecen aceptando el mundo de diferencias que les rodea.
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