Whittier es el puerto mas cercano a la ciudad de Anchorage al que llegan los cruceros cargados de avidos turistas. Esta en la costa oeste de ese corazon que hace Alaska en los caminos que llevan al polo. Tiene una bahia enorme protegida por hielos eternos y altas montanas. El hombre ha perforado solo un camino de ida y vuelta. Un tunel kilomentrico que por doce dolares -todo incluido- unas veces pasa el tren y otras los coches... Media hora de ida, media hora de vuelta. Whittier es parada y fonda obligada para quienes quieren ver lo que son capaces de hacer rios helados en su necesidad por llegar al mar. Las companias maritimas como 26 glaciares se comprometen a ponerte el prodigio en la bandeja de tus ojos. El resto es rezar y esperar a ver como rascacielos de hielo se precipitan en el mar. Las imagenes se me antojan imborrables. Es otro mundo, el mundo de hielo donde solo el estrepito de una explosion esta firmada por el crugir del agua helada que se atormenta y se agita por esas cientos de toneladas que -sin avisar- se precipitan y agitan su disimulada mansedubre. Los colores hacen el resto. El cielo se lo mira unas veces resplandeciente otras casi entre tinieblas. Los resultados son insospechados. Hay que verlo para creerlo y vivirlo para contarlo. Pero como las alegrias nunca son completas, no hay tiempo que perder. Los glaciares que rodean el puerto de Whittier se han hecho mas pequenos que ayer y algunos hasta pueden haber desaparecido para siempre. Las nutrias y pequenas focas que aplaudian y seguian nuestros pasos retozaban todavia sin saber que ayer esto fue muy diferente. Su pequena suerte, es que todavia quedan pequenos santuarios donde poder imaginar lo que fue no solo una foto sino todo un mar al que hacian intransitables los cientos de icebergs que hoy solo sirven de pequeno sobresalto al viajero.
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