lunes, 30 de julio de 2007
sábado, 28 de julio de 2007
Maui, dirección única
Maui pasa por ser la segunda isla más grande del archipiélago hawaino. Seguro que sí, pero por desgracia es una isla de dirección única. Llegar a Hana, la capital, es una aventura para descubridores y conductores con suerte. La isla esta cortada sin solución de continuidad. Las
carreteras del sur, sean al este o al oeste mueren antes o después. Te obligan a dar la vuelta siempre por el mismo camino. Sea eso a mas de 3000 metros de altura o casi cuando pensabas que el peñote de Molokini iba a quedarte al alcance de la mano. Maui guarda secretos a voces que deben visitarse. La costa y sus hoteles excluvivos enseñarán a buscarse la vida. Maui es turismo y se le mima con celo. La venta de alcohol queda prohida antes de la medinoche. No se puede fumar en público y diria yo que tampoco en privado. Hospedarse como fumador es declararse culpable. Hay 150 dólares de multa para quienes violen la norma. No se autoriza a fumar en corredores, ni tan siquiera en terrazas. Queda prohido hacerlo en la piscina o en la playa, aunque doy fe de la especial alegría con la que un fumador de puros engullía sus humos al borde del del mar. Maui es secreto a voces donde enseñarse poco es norma de obligado cumplimiento. Las nubes hacen el resto. Llegar en coche a la cima del cráter de Haleakala es toda una experiencia. No estarás nunca solo pero podrás entender porque esta isla es de única dirección. La visita al Parque Nacional de Haleakala es la mejor oportunidad para oler el peligro. Las advertencias mas civilizadas hablan de andar despacio, pero la verdad es que bajo la denominación de zona biológica los bosques del sur de la isla de Maui están cerrados a cal y canto a miradas de propios y extraños. El contraste está servido. Las cenizas del volcán, el bosque, las cascadas y los riscos, el mar y las altas montañas se dan la mano en una confraternización no siempre apta para seres humanos. En estas circunstancias, el mejor remedio pasa ver y conocer Maui pasa por coger barco o helicóptero. Abandonar una tierra en la que se han visto condenados a vivir plantas y animales exclusivos. El hawaiano de Maui vive -como sus hermanos- mirando al mar. Subido si quiere en una tabla de surf y haciendo del surf y del mar su modo vida. Los surfistas añaden aquí a su indumentaria un remo y buscan subidos en sus tablas las mejores olas. Madrugan y se miran mientras se enseñan. Antes de ir a su trabajo, antes de volver a sus obligaciones, el surf se convierte en la primera oración de un día que siempre puede esperar. El mañana es lento, se abre al horizonte sin prisas, aunque con esas raices que el pasado ha marcado a fuego. Las plantaciones de caña de azucar siguen siendo referencia obligada por estos pagos. Un valle
inmenso es tierra fertil y prometida a la que solo pone limite las montañas y el Pacífico. La azucarera lanza humos al viento. Las huelgas de antaño, las protestas obreras que recuerdan en sus libros de historia, han pasado pagina. Ahora el etanol como recurso energético ha pasado a formar parte de una esperanza a la que se añaden gotas de magia. Los siete cortes que ofrece la caña de azucar son negocio rentable. La maquinaria que hoy ha sustiduido a la mano de obra hace el resto. El turismo es la otra cara de la moneda. La ecuación pefecta para que Maui, con sus reglas y normas propias, con sus carreteras de ida y vuelta, se haya quedado obligada a marchar en una sola dirección.
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jueves, 26 de julio de 2007
miércoles, 25 de julio de 2007
Fusión hawaiana, invento de gourmets
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lunes, 23 de julio de 2007
Big Island, tour pasado por agua
La llamada Isla Grande hawaiana se nos ha escondido entre la niebla y la lluvia. Big Island o Hawai es una sucesión de montañas enormes donde las playas públicas están tomadas por el grito de la independencia. Los volcanes han dejado para siempre su sello y su marca. El sur más sur de los dominios estadounidenses acaba en escarpadas aristas volcánicas que caen sobre el Pacifico. Hawai no esta hecho para turistas que solo busquen tumbarse al sol. Los aventureros, con sol en lo más
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domingo, 22 de julio de 2007
viernes, 20 de julio de 2007
Waianae es Ohau
La costa oeste de la isla de Ohau guarda secretos. La frontera artificial, la última piedra para la diversión y el entretenimiento del hombre blanco, queda marcada por ahora en el complejo Ko Olina. La exclusividad salta a la vista. La autopista H1 oeste, dirección Waianae acaba algunos kilómetros antes de la que parece ser la linea a no pasar por el turismo hawaino.La sorpresa es haber llegado a ninguna parte. Unas barreras y un chiringuito de seguridad cierran
el paso. Dos hawaianas /esta vez sin hula pero con papeles y bolígrafo en ristre/ dejan patente a la vista del viajero la exclusividad del lugar. Ko Olina es una zona residencial de casas como poco a millón todavía en periodo de construcción. La oficina de ventas, en el Logum 2, frente al mar, es casa de piedra y seguramente futura cafetería por la apariencia que me llevó a la confusión de aparcar donde no debía. Ko Olina tiene playas privadas, embarcadero propio, campo de golf alfombrado a todas horas y donde golfistas de todas las edades (que no condición) pueden refrescarse si lo gustan en llamativas cascadas de agua que adornan su transitar por los diecicho hoyos. Hay mansiones de película. Hoteles de las mil y una la noche y muchos obreros y tambien vigilantes privados que desde coches todo terreno y con luces a manera policia obligan a respetar una señal reiterativa y hasta luminosa que prohibe circular a más de 25 millas la hora. Radares intermitentes controlan el cumplimiento de la norma y detectan cada doscientos metros la velocidad del infractor. Ko Olina es tan antinatural como lo que sigue luego sin solución de continuidad. Solo es necesario atreverse a cruzar la frontera imaginaria /pero real como la vida misma/ que marca la primera curva con dirección a Waianae. Ohau tiene en la cara norte de la montaña que al sur ganan y aplanan las maquinas de Ko Olina una fábrica echa humos para bajar del cielo al despistado. La costa es rocosa y medio escarpada, con playas azul turquesa donde no faltan duchas públicas y gente de todas las edades pasando de casi todo. Mucha gente, pero por lo general vecinos de las cientos de las casas a cuestas que descasan en primera linea de mar. Las chabolas de Waianae no se enseñan al turismo, ni están en las guías locales. Los mapas tampoco invitan a descubrirlas. Una carretera costera con dos carriles, sin meridiana, con mucha circulación y semáforos enseña la otra cara de la isla. Hay coches destartalados y semidesvencijados junto a cientos de tiendas de campana donde no cabe un alfiler. Familias enteras, niños pequeños, abuelos... Todos juntos y revueltos mirando al mar y a esa fila eterna de gentes que van en dirección a ninguna parte. Los más jovenes se bañan juntos saltando desde unas rocas. Los más niños sudan la gota gorda al borde de la carretera, entre la tienda que sus padres han montado y hecho su casa, con el único encanto de escuchar el mar mientras de noche concilian el sueño. La costa de Waianae es la otra costa de la muerte. Más de treinta mil hawianos han caido en el mundo de la droga. Viven y han hecho su gueto, su particular grito de guerra, su mundo a parte en isla que es el paraido. Su casa no es tu casa. Los hawaianos lo saben Cambian el coche si tienen que ir de visita, de paso, de hola y adios. Dejan que sus hermanos de sangre quieran ser
diferentes, que odien al turista, que quieran vivir como ayer. La historia secreta se repite. Los hombres de Waianae viven sentados. Viven mirando al mar, mientras el mundo da vueltas sin contar con ellos. Si el rey Kamehameha levantara la cabeza no les dejaría entrar en palacio. A ellos, poco les importa. Siguen sentados, buscando la sombra cuando mas calienta el sol de justicia, refrescandose con agua dulce que hacen llegar con magueras desde la fuente pública. La vida en Waianae es así de sencilla o así de difícil. Solo cuando llega el mono es terrible. Es entonces cuando hay que salir corriendo. Dejar los muebles y las maletas de cartón. Dejar a la familia, a los niños, a esos pequeños que por fortuna puede escalorizarse en el muy excluvio Colegio Kamehameha. Colegio solo para alumnos de sangre hawiana. Claro que está lejos de Waianae y aunque sea un derecho de sangre, tambien hay que cruzar una frotera imaginaria donde la vida pasa por algo más que estar condenado a mirar al mar.
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jueves, 19 de julio de 2007
Pearl Harbor, la infamia
La historia la escriben los vencedores, pero la Historia de Pearl Harbor vista en Pearl Harbor encoge el alma. Las comparaciones siempre odiosas resultan aqui extraordinariamente gemelas. El Dia de la Infamia que bautizara el presidente Franklin Delano Roosevelt puede casi tocarse con los dedos gracias a un presente mucho más cercano. La mañana del domingo de aquel 7 de diciembre de 1941 recuerda a la fuerza ese otro martes 11 de septiembre del 2001 en el que George Bush se quedó de piedra leyendo un libro de cuentos en un colegio floridano, antes de subir a su avión y perderse
por el país durante nueve largas horas que es lo que le costó volver sano y salvo al despacho oval de la Casa Blanca . FDR se levantó de su silla de ruedas para declarar al día siguiente y con el beneplácito del Congreso la guerra a Japón. Estados Unidos tomaba billete para la que fue la Segunda Gran Guerra. Casi sesenta años después, el gobierno talibán de Afganistán fue borrado del mapa con el consentimiento y anuencia de la comunidad internacional. Japón pagó con creces su osadia. La historia más sabida son dos bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki, pero hay versiones y lecturas para todos los gustos. Esta claro que la Historia que escriben y cuentan los vencedores silencia otras consecuencias. Los hijos de nuestro hijos -además de Irak o de Guantanamo- podrán saber cómo fue del trato o la reacción de la ciudadanía estadounidense para con sus compatriotras árabes y musulmanes. A día de hoy la colaboración ciudadana, los amigos de asociaciones culturales árabes de los Estados Unidos han puesto pies en polvorosa. Ser arabe-estadounidense no ha llegado de momento a ser tan peligroso como ser japones-americano en la década de los años cuarenta del siglo pasado, pero la psicosis y el miedo colectivo está en marcha y es consustacial a las esencias de este país desde las Brujas de Salem (1692). Las consecuencias de la que fue la primera gran bofetada al gigante estadounidesnse en las bases que ocupaban en la isla de Oahu se pagaron con sangre. Mas de 120 mil ciudadanos japo-estadounidenses fueron detenidos, expropiados y trasladados a la fuerza hasta centros de reclusión del continente. Campos de concentración con más de 120 mil detenidos sobre los que pasan de puntillas los historiadores que por aquellos mismos años debian alabar la ayuda estadounidense para librar a los judios del yugo nazi. Cuando el siglo XX estaba dipuesto a pasar página, Bill Clinton fue el primero en pedir perdón. El primer presidente que reconocía /sin más derechos/ unos excesos de los que tambien hablaban esta mañana en Pearl Harbot lágrimas que en forma de aceite brotaban a la superficie de la bahia hawainana. Son parte ineludible del cementerio humano. Lágrimas que derraman desde el 7 de diciembre de 1941 más de 900 hombres. Marines estadounidenses consumidos entre el amasajo de hierros que a doce metros de profundidad y sobre un lecho de siete metros de fango descansan entre los retos del Arizona. El monumeto está construido sobre los restos de la nave y sobre lo que debería ser su puente de mando. El diseño, firmado por el arquitecto Alfred Preis, solo son 56 metros de
piedra blanca abiertos por doquier a los cuatro vientos. El memorial quiere ser un símbolo de la caida y de la reacción hasta la victoria. Es el mensaje. Subida, bajada y subida en un rectángulo marino donde no puede faltar la capilla con el listado de los casi 2500 muertos. La inmensidad de la bahia de Pearl Harbor / una sola quinta parte visible desde este parque temático gratuito que se llena a diario hasta la bandera/ la inmensidad de la bahia de Pearl Harbor es infinita si se la compara con la hoy llamada zona cero. En Nueva York, una viga de aquellos gigantes edificios convertida en cruz de esperanza y un mar de tierra a la espera de cemento reparador son el testimonio para el contraste. Las comparaciones son siempre odiosas, pero por desgracia pueden servir para demostrar que la Historia es tan caprichosa como para repetirse aunque solo sea para aviso a navegantes.
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miércoles, 18 de julio de 2007
Dole Plantation, quesito agrario
Los turistas son ricos y hasta famosos en Hawai. Los que salen en revistas, las chicas y chicos de Hollywood, prefieren lucir palmitos al sol. Los fotógrafos hacen trabajos apasionantes. Algunos de estos trabajos rozan lo increible, pues hacer un reportaje matrimonial pisando arena y con paraguas al viento es algo que obliga a frotarse los ojos. La sorpresa no es solo patrimonio de recien casados. Salta a la vista donde menos te lo esperas. En Ohau la plantación Dole es otro buen ejemplo de como puedes con ganas, dinero y
turismo garantizado buscarle tres pies al gato. Dole es una marca comercial registrada. Una fábrica de piñas que vende producto autóctono en los más lejanos confines del mundo. Esta plantación, entre las muchas que le rodean al norte de la isla de Ohau, quiere presentarse como pionera en su género. Dole Plantation se enseña. Está abierta al público, al curioso visitante, a quien por un puñado de dólares llevarán en tren, pasearán por jardines y perderán en el que venden como el mayor laberinto del mundo. Dole cumple a ritmo de tren miniatura su función didáctica. Abre al menos una curiosa historia que solo presenta sin ninguna gana de buscarle puntos a las ies. Las plantaciones como Dole cambiaron la faz de las islas. Ellas solitas y a mitad del siglo XIX se convirtieron en la razón última de migraciones e intercambios. Eso dicen, eso venden y por eso hay todavía ahora que seguir fortándose los ojos. La población hawaiana era en 1853 un 97,1% autóctona. Solo treinta años más tarde, solo cuando estas planaciones necesitaron de mano de obra barata, en 1880, los hawaianos habían ya cedido mayorias a los japoneses capaces de sumar hasta un 42,7 de los habitantes frente al 16, 3 de sus anfitriones a los que se añadian portugueses (10,6%), chinos (9,2%), filipinos (8,2%), caucásicos (7,7%), puerto riqueños (2,2%) o coreanos (1,9%). Dole Plantation se presenta como esa gran institución que velaba por la cultura e idiosincracia de sus empleados. Los campos de trabajo estaban cerca de los pabellones donde las diferentes comunidades solidarizaban costumbres y tradiciones pero sin necesidad de mezclarse ni compartir puerta con puerta. Dole pagaba, no hacia esclavos. Gratificaba a sus empleados con el añadido de vivienda y manuntención. Pagaba el seguro médico, atendía con 20 dólares al mes las necesidades externas y se alegraba de ver como la población infantil llenaba los colegios públicos de la isla. La platación Dole era la mamá y el papá de unos hombres y mujeres que con sus familias llegaron al paraiso. Es con mucho el cuento más
redondo que nunca jamas pensaba escuchar. La realidad en todo caso es ver campo y campos volcánicos ganados al sol por el agua milagrosa y la mano del hombre que con el tiempo aprovecho todo su ingenio para plantar árboles en terreno a priori hostil. La diversificación de los cultivos, las maquinas, la irrigación gota a gota hizo el resto. Dole es tierra roja con agua gratis. Agua que llega a cada planta, a cada campo, de forma directa y particular. Se han hecho túneles y diques, se han multiplicado los tubos conductores del líquido elemento y una cubierta plastificada garantiza casi siempre la no evaporación. Papayas, mango, lychees, rambutan, cacao, te... hay alguien que dé más. Y eso sin olvidar el propducto nacional, el Lei, sus flores para collares sagrados en donde los hawaianos se dan mensajes e información. Dole se presenta pues como la gran empresa de empresas hawaianas. Ofrece al turista otro viaje al tiempo, la oportuidad de leer más sobre cultivos, plantas, flores y tradiciones. Presumen incluso de haber dado trabajo a españoles sin ser esta precisamente la parte del mundo donde se pueda hablar o leer alguna palabra en castellano. Bueno, salvo ese aporte a la cultura hispana firmado en su dia por el presidente George Bush que aquí repiten showmen de segunda al grito pelado de esta es mi casa, esta es su casa.
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martes, 17 de julio de 2007
domingo, 15 de julio de 2007
Lanikai Juice, sueño hawaiano
Pablo González dice a sus 54 años haber madurado. Se sienta con nosotros junto a la piscina del hotel para ver un atardecer precedido por gotas que el aire transforma en arcoiris multicolor. Pablo oficia de anfitrión. Besa a una ex miss Hawai que celebra el haberse conocido cortoneando hoy su figura ante cientos de turistas capaces de llegar a pagar 700 dólares por una habitación doble que solo tiene garantizada las vistas al Pacífico. Pablo habla y no calla. Cuenta su particular aventura en una tierra que encontró al azar y siempre desde la necesidad. Pablo llegó a Oahu con su enésima mujer.
Ella era una canadiense hawaiana que despistada se dejó querer en Barcelona. Llegaron juntos con una hija que ahora tiene nueve años. Pablo es un español argentino que además de soñar despierto es capaz de creer en los milagros. Es un hombre bueno. Pablo dice una y otra vez que ha cambiado. Ahora en Oahu no mete mano en la caja. Vive con dos cheques que al mes le giran sus empresas. Tiene contable y abogado. Asalariados en un negocio que sacó adelante por cojones. Primero tuvo que poner en orden secretos ajenos. Descubrir que equivocarse en los Estados Unidos es moneda que cambia de mano. Pablo dice que Lanikai Juice empezó facturando 200 dólares. Ni para pipas en un país en el que un seguro médico es cinco veces más caro. Pablo seguía soñando hasta ese día en el que se descubren las verdades del barquero. La caja era estrecha y dos a meter mano. La primera bancarota se perdona, pero descubre que su amor hawaiano habia tenido antes su amnistía particular y su cuento de la lechera. Pablo se cabrea. Pablo se separa y Pablo decide tirar por la calle del medio. Lanikai Juice es al fín de cuentas ese proyecto truncado que a ojos de un aventurero debería estar llamado al éxito. Pablo tiene fe y en los Estados Unidos/hasta en Hawai, donde todo el parecido con los Estados Unidos es simple coincidencia/ la fe mueve montañas. Los clientes de Lanikai tuvieron a Pablo en sus manos y en sus bolsillos. Esta vez los sueños pudieron ser realidad. Recaudó 23 mil dólares. Cambió el emplazamiento del negocio. Buscó alquilar la misma esquina donde siete negocios anterirores se habian ido a pique. Viajó hasta Valencia. Se trajo una exprimidora de garantía. Puso su dormitorio debajo de la máquina. Se divorciaba cuando su exmujer le pedia la mitad del negocio que no quiso avalar. Trabajo de sol a sol, sin más crédito ni garantía que su trabajo. Hoy tiene 900 clientes diarios y una empresa que factura lo suficiente como para seguir soñando. Ophra le abrió con su programa y en la tele las puertas de la fama. Leno dice que toma para desayunar en Hawai los zumos de Pablo. El sueña todavia con crecer y crecer pero regalando su invento. Llaman multinacionales. Viaja a Japon
donde quieren que abra sucursales.
Whole Foods se interesa por la idea y ofrece más para escoger. Dos dias a la semana, devuelve a la sociedad hawaiana lo que los hawaianos pusieron en sus manos. Da clases a los niños de dieta y nutrición. Les enseña a comer como se debe, a beber un zumo cada día, a evitar el colesterol que regalan las hamburguesas de la tienda de al lado. Alcalde demócrata y gobernadora republicana elogian la tarea de un ciudadano ejemplar que se confiesa desraizado. Pablo González ha hecho realidad un sueño a manera y estilo tipicamente estadounidense. Muy lejos, imposible de transcribir o copiar con los manuales de la vieja Europa. Pablo /hasta cuando chapurrea inglés/ solo dice y repite que ha madurado. "Solo dos años y estoy dispuesto a decir que lo he conseguido. Educar a mis hijos, pagar su educación es el compromiso. Me conformo solo con recibir de Lanikai Juice un 10 por ciento. El pez grande siempre se come al chico, pero ese diez por ciento /dice Pablo/ será suficiente para demostar que he cambiado". Pablo habla y habla, sueña y sueña con los ojos muy abiertos. Nuestro amigo Pablo ha cambiado. "Sonia te quiero, cuidate, hablamos mañana".
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sábado, 14 de julio de 2007
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