Vicky hace su agosto como personal contratado en el Alaska Railroad en la cafetería de la clase turista. Vicky habla español y es supervisora de la Universidad de Anchorage cuando en Alaska se vive solo a oscuras. Esta divorciada, tiene cuatro hijos y vive en estas tierras desde hace veintiocho años. Vicky ha estudiado toda su vida con luz artificial. Llegó niña desde su Mexico natal y descubrió que Alaska era el paraiso. Se casó pronto, su última hija llegó al mundo hace ocho años. Está separada, pero con sus hijos ya mayores, tiene novio y es capaz de vivir con tres mil dólares al mes. Su fortuna es tener una casa y un coche en propiedad. Vive al día, pero todos los años y sin hipotecas, se da el lujo de hacer el petate y viajar hasta las tierras que le vieron nacer. Un mes o mes y medio son suficientes para echar en falta lo que hoy es su patria y su pasión. Trabaja por ver como su hija crece sin tentaciones ni problemas. Alaska es mejor que los 48 estados de ahí abajo, dice Vicky muy enterada. Yo lo sé porque he visto como chequean las mochilas de los niños al entrar en los colegios, por no decir nada cuando les obligan a pasar por un detector de metales. No me gusta, aquí hay más tranquilidad, más seguridad. Un policia en cada escuela y un amigo al que recurrir cuando estas en problemas. La gente en Alaska es solidaria y además solidaria por necesidad. El turismo es parte de una economía que se adapta a las circuntancias. Ganamos mas que ahí abajo. Nuestro sistema de salud es de los mejores, sino el mejor de los cincuenta estados. Vivimos y nos pagan bien. Mis trece dólares la hora son el mejor ejemplo. Hay subvenciones, ayudas que a unos le llegan mas que a otros. No me puedo quejar, sobre todo cuando veo el resultado. Mis hijos mayores han crecido sanos y sin problemas. Te acostumbras a todo y cuando llegan los dias mas cortos... duermo y soy feliz.
sábado, 12 de julio de 2008
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