Barack Obama ha tenido que dar la razón a sus mujeres más guerreras. El presidente de los Estados Unidos, enfundado en su traje de comandante en jefe, acaba de autorizar la tercera guerra en la que simultaneamente va a participar su país. Es la primera vez, como tantas primeras veces en su presidencia, que esto ocurre. Ha tardado en deshojar la margarita, algo ya tradicional en la toma de decisiones de un hombre que siempre aboga por el pragmatismo. Obama no cambia, pero si cambian con aceleración las circunstancias. Una semana, solo siete días, han sido todo un microcosmos para las decisiones presidenciales. Aquí te pillo, aquí te mato. Barack Obama ha tenido que actuar como un veterano. con dos años de experiencia. La crisis nuclear en Japón, la guerra de Gadafi en Libia, los sobresaltos reales de Arabia Saudita, la idiosincracia y las decisiones del gobierno de Israel, el viaje latinoamericano y la frontera mexicana, las peleas con los republicanos por el presupuesto y la reforma educativa en Capitol Hill... Si el presidente de los Estados Unidos pone hoy un circo le crecen los enanos. Claro que si echamos la vista atrás, todo puede ser peor o digno de ser mejorado. Desde principios del siglo pasado -era solo el siglo XX- los Estados Unidos han estado metidos en todos los saraos que en el mundo han sido. Desde Teddy Roosevelt, los inquilinos de la Casa Blanca han tenido las maletas hechas para viajar por los cinco continentes. Woodrow Wilson fue el primero en llegar a Europa. Bill Clinton, el último en conseguir ser considerado el presidente del mundo. Barack Obama, después de George Buch y del 11S, aspira solo a convertirse en su maestro de ceremonias. David J. Rothkopf lo explicaba en The Washington Post este fín de semana. Master of ceremonies. Obama intenta sacar nota sin hacer demasiado rudio pero sin ir nunca solo. El unilateralismo y el multilateralismo han encontrado su tercera vía. Las mujeres guerreras como Hillary, Samantha y Susan han inaugurado el modelo. No hay que dar nunca solos la vuelta a la tortilla. La historia ha quedado escrita para siempre en las hemerotecas del periodismo estadounidense. The New York Times fue el encagado de contarnos el pasado viernes la crónica rosa de una decisión, la trastienda de la cocina echando humo. Poco importan los detalles cuando llega una guerra. Clinton, Power, Rice contra Robert Gates y el Pentágono. Todos de acuerdo en el perfil: ataques por delegación y lo más rápido posible. La tercera guerra es la tercera guerra y debiera haberse aprendido de las dos guerra que están en marcha. No hay vuelta atrás porque siempre pasa lo mismo. Sabemos cómo se empieza, pero ni los maestros de ceremonia del mundo mundial son capaces de saber cómo se acaba.
lunes, 21 de marzo de 2011
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