Hace siete años escuchaba desde Washington un informativo llamado España a las 8 que se convertía en especial por el atentado (atentados) en los trenes de Atocha. Cuando clareaba el día en la capital de los Estados Unidos -cuatro horas después de la masacre- recibía la llamada del embajador de España. Javier Rupérez era tajante: ha sido ETA. Después, a mediodía, la CIA y los servicios de inteligencia estadounidenses decían otra cosa. Tiene visos de ser un atentado con la firma de Alcaeda. A esa hora, Radio Nacional de España daba la noticia. Luego recibí la orden de callarme y no volver a recordarlo. El 11M no fue ni será nunca un atentado terrorista con solo víctimas. Fue y sigue siendo un atentado con mucha política y con muchas consecuencias que todavía no se han acabado de corregir. Leo en estas horas comentarios y muchos interrogantes pero -después de años y pasadas otras elecciones generales- me pregunto cómo los españoles no salimos a la calle para proclamar que no nos traten como a tontos. Tontos como fuimos el 11M, sin parlamento porque era casi jornada de reflexión, sin poder decir lo que politicamente debía o podía decirse, sin casi capacidad para hablar sino hablaba el gobierno que estudiaba cómo gestionar una crisis sin contar con nada ni con nadie. Por qué no un gabinete de crisis, por qué no una llamada a los líderes políticos que colgaban de los carteles publicitarios pidiendo votos a la ciudadania y a los que nunca no se les ocurrió una foto unitaria y urgente de condena. Aquel 11M de hace siete años debería habernos enseñado muchas cosas para corregir en el futuro. La más importante pasa por no hacer del terrorismo una moneda de cara o cruz. Si es ETA gano yo, si alcaeda ganas tú. Lo urgente sería no quitar la voz a los representantes del pueblo porque sea casi jornada de reflexión. Dar a los ciudadanos la capacidad de ser mayores de edad para decidir que leer o escuchar antes de votar. Incluso en las puertas del colegio electoral como pasa en paises a los que crucificamos sin conocer. Dejar que las radios y televisiones públicas se olviden de repartir minutos constitucionales en los que no cuentan los del gobierno de turno, ni los que les ayudan a esconder sus vergüenzas... Somos todavía tontos para no mirar al futuro con mas esperanza y exigir que torpezas pasadas no puedan volver a repetirse. Las victimas se merecen nuestro homenaje, nuestro recuerdo, nuestro respeto pero si aquellos desalmados que les quitaron la vida mañana vuelven... podrán reirse de nuestra democracia como se rieron hace siete años. Hace unos cuantos meses me dieron una sorpresa todavía más siniestra. El presidente Aznar aquel día 11M de hace siete años nunca quiso hablar ni recibir al jefe de nuestro espías. Todavía más, el hombre que controlaba y mandaba a nuestros servicios de inteligencia solo fue recibido en el Palacio de la Moncloa en una ocasión. Fue cuando le pidieron que dejase la embajada de Marruecos para hacerse jefe del CSID. Algunas cosas no tienen ni pies ni cabeza. Lástima porque con el terrorismo deberíamos hacer pocas bromas.
viernes, 11 de marzo de 2011
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