Cuatro mil millones de dólares gastados en unas elecciones de mitad de mandato son un record presumiblemente perecedero en estos tiempos de crisis donde no todo lo bueno abunda. Los candidatos estadounidenses a ocupar puestos de representación se han gastado en publicidad la friolera de tres mil millones. Los medios de comunicación, las grandes empresas que controlan periódicos, televisiones y radios son los que han hecho el gran negocio. No hay que ser muy mal pensado para imaginar como se frotan las manos empresarios como Rupert Murdoch o Ted Turner viendo como por unas horas se corrigen los balances de resultados. Los agoreros del papel impreso recalculan como los anuncios de mitines y programas políticos reconfiguran sus viejos patrones de negocio. Las páginas abiertas de internet y hasta los periódicos gratuitos no han tenido que llorar por otro gran puñado de dólares. Pero son las grandes cadenas de televisión y hasta las radios de esos grandes emporios -las sinergias del mundo global- son televisiones y radios quienes se han llevado la palma de convertir el agua en vino. La paradoja es que ha sido el Tribunal Constitutucional el encargado de engrasar todo este complicado entremado de dineros y millones. Las donaciones sin límite y hasta a cara tapada van a poner rojo de vengüenza a más de uno... Tiempo al tiempo, aunque lo sorprendente sea encontrar entre campanillas de urgente que el primer castigado es un periodista de la tele. El presentador de MSNBC, Keith Olbermann, se ha quedado sin sueldo hasta nueva orden por regalar 2.400 $ a demócratas perdedores después de tirar piedras a sus colegas de la FOX. La supuesta independencia del medio -dijo el presidente Phil Griffin- obliga a sus contratados a ser mucho más neutrales de lo que ha sido Olbermann. Griffin nada ha insinuado de lo que hay detrás de la sanción. Tampoco de lo que MSNBC se ha embolsado en publicidad o ha regalado en donaciones. Las empresas de comunicación de masas en los Estados Unidos no se ganan una licencia así por la cara. Amy Goodman, desde su columna semanal de Democracy Now, tira de la manta. Gajes del oficio de quienes corren y quienes debieran solo contar lo que corren otros por llegar. La paradoja es asistir a una carrera sin fín y donde todos parecen correr por su cuenta. El resultado es el caos: la mala prensa de la que habla en Fiebre del Potomac mi amigo Pedro Rodríguez. Mala para ellos, mala para todos.
viernes, 5 de noviembre de 2010
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