Mario Guitart ha sido mi único suegro, mi único father in law que dicen en las Américas imprimiendo un carácter casi sagrado. Esta madrugada sonaba el télefono de las malas noticias. Mario Guitart ha muerto cerrando los ojos para volver a soñar. Nos ha dejado sin saber a quien vender la bodega. Se ha ido sin las silla de ruedas pero en el coche del avi Victor desde el que pellizcaba a las chicas... Este viaje es sin vuelta y por eso se ha marchado lígero de equipaje. El palco del Liceo, los torteles para casa y para la otra casa, Carburos Metálicos, Guitart y CIA, el chalet en la Cerdanya -Maria, puedo quedarme tres meses- las confesiones de John en los aterdeceres del valle... y Nuria, y Nuria, y Nuria... Mario Guitart ha cerrado los ojos para volver a soñar. No importa dónde ni hasta dónde. El secreto -su regalo- era enseñarnos a pensar con los ojos cerrados. Si tenía dos, regalaba cuatro. Si pedías uno, recibías dos. Era abogado pero llegó a ejercer de contable. Era mi suegro pero acabó siendo mi amigo y hasta un poco mi padre. Mario soñaba con los ojos abiertos, incluso bien abiertos cuando se miraba la cartera. La bodega -su bodega- se quedó tan seca como los manantiales que llenaban de truchas los torrentes de Espot (Lérida). Poco importa: la bodega y Espot están en ese sueño que no dejaremos de vivir juntos. Aquí, abro los ojos, me esperan en Barcelona las ostras y el Rioja. Allí, cuando esperes los cinco minutos para despedirte, abraza a la abuelita Maria, escapate de parranda con Fernando, dile a Maella que no discuta y toca la trompeta con Masuet mientras miras y piropeas a todas las chicas bonitas.
domingo, 28 de noviembre de 2010
viernes, 26 de noviembre de 2010
Una guerra de memoria
Alvaro Perea es un español que habla inglés por obligación después de haber dejado España en febrero del 39. Un barco mexicano con bandera portuguesa -el último con refugiados españoles- le sacó de Niza cuando los alemanes eran dueños de media Francia. Alvaro se acuerda de aquel viaje como si fuera ayer. Hoy me lo ha contado ojeando un album de fotos donde el general republicano Perea Capulino es el protagonista. Alvaro tenía cinco años cuando empezó su éxodo por el mundo. Lo cuenta con el corazón. Teme olvidar detalles, nombres y recuerdos. Tiene 77 años y todavía se le humedecen los ojos cuando escarba en el pasado... Las fotos de la familia Perea llaman la atención porque son fotos de la Historia de España que no nos han explicado en España. Fotos de una memoria que se ha llamado histórica sin todavía haber sido memoria. Alvaro se siente obligado a contar lo que hizo su padre al que nunca vieron -ni tan siquiera en el frente- llevar una pistola al cinto. Juan Perea Capulino se ganó el generalato a golpe de trompeta. Es el único general chusquero que se hizo en el siglo XX. Las fotos del album Perea son por eso fotos diferentes. La familia en una masia de Viladrau, una mujer inglesa, cuatro hijos y dos niñas huidas de Madrid son el contrapunto a la guerra. No son las únicos recuerdos, no son las únicas imágenes en color sepia, blanco y negro. Hay milicianos, soldados, jefes de batallón, delegados comunistas, alcaldes republicanos, jóvenes y alegres mujeres voluntarias, presidentes como Aguirre o ministros como Irujo capaces de pasar revista a unas tropas diezmadas después de perder hasta la esperanza en el frente del Ebro... Perea Capulino ha contado su guerra en un libro de memorias que sus descendientes llamaron Los Culpables. El libro tardó en ver la luz más de la cuenta, como más de la cuenta tardó Juan Perea en volver a intentar reinstaurar la III República desde tierras argelinas. Cerca del mayo francés, un ataque al corazón fue suficiente para conseguir lo que nadie había conseguido en el frente de batalla. Juan Perea murió conspirando contra Franco en el norte de Africa, como antes había conspirado en Madrid contra Primo de Rivera... Aquello le valió seis años de cárcel y un día de reclusión. Paradojas de lo que es el destino. Seis años frente a toda una vida por denfender al gobierno constitucional de la II República. Francia, México, Estados Unidos, Argelia y España segurián guardando por mucho tiempo las andanzas de un chaval-soldado y español que luchó en Marruecos con14 años y acabó exilado al otro lado del mundo. Juan Perea Capulino, sin pistola y casi siempre sin sombrero, no es el general Rojo ni quieren sus herederos que lo sea. Alvaro, su hijo, solo quiere que la Historia pueda dar a Juan lo que es de Juan y... que haya paz y después gloria.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
... y acabarán votando por tí
Si te dejas, acabarán votando por tí. La Junta Electoral Central ha decido que los catalanes se queden sin escuchar y ver un debate entre solo dos de los más de tres millones de posibles candidatos a la presidencia de la Generalitat. Hablan todos o no habla nadie ha sido la decisión salomónica de los ilustres magistrados. Los jueces solo han hecho que aplicar la ley, la misma que dice -por ejemplo- cuantos minutos hablan en las emisoras publicas los mismo políticos que antaño se dieron tan restrictivo manual. Cuando llegan tiempos electorales hay que recordar a los ciudadanos que son tontos. Que deben escuchar y ver en las televisiones y radios que pagamos todos la propaganda institucional y la que elaboran esos mismos partidos que ponen los contadores a cero. Partidos que reclaman tiempos y debates para todos como única formula -dicen- de evitar el peligroso bipartidismo. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Eso es malo es un país tan plurinacional y multiracial como lo es España y en diminuto Catalunya. Malo para todos, para los peces grandes y para los pequeños. Pero peor aún para los que no son peces y solo acaban siendo carnaza ciudadana. La democracia tiene que poner también puertas al campo. Todos los partidos, como todos los ciudadanos, deben tener las mismas oportunidades. No podemos dejar que el pez grande se coma al chico. Hay que reclamar la reflexión para todos. Aligerar problemas y ofrecer soluciones. Menos mal que hay siempre mucha responsabilidad. Menos mal que las fuerzas políticas nos ofrecen listas cerradas para votar. Menos mal que somos adultos para elegir y nos pagan un retiro de silencio las ultimas veinticuatro horas. Manos mal que el lunes todos habremos ganado… y dejaremos las cosas como están en la Ley Electoral que para eso votamos casi todos los años y hacemos siempre lo mismo como si nunca hubiésemos estado equivocados.
viernes, 5 de noviembre de 2010
Publicidad electoral, el gran negocio
Cuatro mil millones de dólares gastados en unas elecciones de mitad de mandato son un record presumiblemente perecedero en estos tiempos de crisis donde no todo lo bueno abunda. Los candidatos estadounidenses a ocupar puestos de representación se han gastado en publicidad la friolera de tres mil millones. Los medios de comunicación, las grandes empresas que controlan periódicos, televisiones y radios son los que han hecho el gran negocio. No hay que ser muy mal pensado para imaginar como se frotan las manos empresarios como Rupert Murdoch o Ted Turner viendo como por unas horas se corrigen los balances de resultados. Los agoreros del papel impreso recalculan como los anuncios de mitines y programas políticos reconfiguran sus viejos patrones de negocio. Las páginas abiertas de internet y hasta los periódicos gratuitos no han tenido que llorar por otro gran puñado de dólares. Pero son las grandes cadenas de televisión y hasta las radios de esos grandes emporios -las sinergias del mundo global- son televisiones y radios quienes se han llevado la palma de convertir el agua en vino. La paradoja es que ha sido el Tribunal Constitutucional el encargado de engrasar todo este complicado entremado de dineros y millones. Las donaciones sin límite y hasta a cara tapada van a poner rojo de vengüenza a más de uno... Tiempo al tiempo, aunque lo sorprendente sea encontrar entre campanillas de urgente que el primer castigado es un periodista de la tele. El presentador de MSNBC, Keith Olbermann, se ha quedado sin sueldo hasta nueva orden por regalar 2.400 $ a demócratas perdedores después de tirar piedras a sus colegas de la FOX. La supuesta independencia del medio -dijo el presidente Phil Griffin- obliga a sus contratados a ser mucho más neutrales de lo que ha sido Olbermann. Griffin nada ha insinuado de lo que hay detrás de la sanción. Tampoco de lo que MSNBC se ha embolsado en publicidad o ha regalado en donaciones. Las empresas de comunicación de masas en los Estados Unidos no se ganan una licencia así por la cara. Amy Goodman, desde su columna semanal de Democracy Now, tira de la manta. Gajes del oficio de quienes corren y quienes debieran solo contar lo que corren otros por llegar. La paradoja es asistir a una carrera sin fín y donde todos parecen correr por su cuenta. El resultado es el caos: la mala prensa de la que habla en Fiebre del Potomac mi amigo Pedro Rodríguez. Mala para ellos, mala para todos.
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lunes, 1 de noviembre de 2010
El test de las elecciones de mitad de mandato
Estados Unidos vuelve a estar de elecciones. Este martes, entre otros muchos compromisos, las urnas repartirán entre demócratas y republicanos los 435 escaños de la Cámara Baja y un tercio, 37 sillones senatoriales. Las encuestas repiten que el cambio de mayorías está casi cantado. El poder legislativo puede quedar en manos republicanas. Barack Obama ha salido en peregrinación para evitar el batacazo. Algunos correligionarios prefieren que les olvide. El presidente está en horas bajas y su popularidad dista mucho de la de aquel senador de Illinois que ganaba adeptos al grito de “sí, podemos”.
Las llamadas elecciones de mitad de mandato han sido siempre un test presidencial del que no siempre se sale bien parado. Ronald Reagan y Bill Clinton son buenos ejemplos de lo que significa el desencanto. Vivieron un martes tan desesperado como el martes que dicen tendrá que aguantar Barack Obama. La más inmediata y equivocada conclusión fue ponerles en cuatro años fuera de la Casa Blanca. Las lecciones que ofrece la Historia son siempre caprichosas. Este país, hasta puede gobernarse sin tener mayorías legislativas. La paradoja es comprobar que no siempre con mayorías se hacen realidad las promesas.
Las elecciones del martes llegan con un apresurado acopio de reformas inacabadas o inalcanzables. El tiempo no ha pasado en balde. Barack Obama ha heredado una crisis económica para la que no existen recetas urgentes. Las apuestas son peligrosas e inciertas cuando el paro no baja de los dos dígitos y el mundo está siendo inundado de dólares. Las clases medias vuelven a ser el fiel de la balanza. En esta ocasión, el reto pasa por los que dicen huir del miedo o tomarse el té de la cinco.
Liberales y conservadores viven su particular encrucijada. No existe una tercera vía, por eso los extremos se toleran cuando el patio está que arde. Las tensiones políticas están en el aire y las exigencias se multiplican. Las disidencias son moneda de cambio. Votos para hoy, hambre para mañana. El tea party es tan legítimo como ese gobernador demócrata que rifle en mano y tirando a la diana aconseja a Obama que no aparezca por Virginia Occidental. Todos votan, por eso hay que dar a cada uno lo suyo y no precisamente hay que votar a lo que dicen o dictan desde Washington.
Las elecciones del martes son tan abiertas como abiertas han sido y seguirán siendo las listas electorales que se confeccionan en los Estados Unidos. Aquí los sondeos como la publicidad llegan a pie de urna. Son adultos o considerados adultos quienes leen o escuchan encuestas y mensajes hasta un segundo antes de votar. Por eso, con recursos, mucho dinero y una buena campaña de imagen, los disidentes azules o rojos pueden acabar sentados en el Capitolio de la nación. Otra cosa es que con sus votos sean capaces de cambiar el sistema. La advertencia no se ha hecho esperar. Si la defensa de los valores es el nuevo ideario conservador, llama la atención como los jerifaltes republicanos del Congreso ya han pedido plenos poderes para dirigir a sus nuevas huestes.
Estados Unidos vota, pero hasta Barack Obama ha tenido que aprender a darse baños de realidad. Las democracias son un buen sistema para corregir errores. Los ciudadanos son los primeros que pueden equivocarse. Nada es imposible, esa es la paradoja, pero todo es susceptible de cambio. Los demócratas, con mayorías hasta hoy, se quedaron con ganas de dar a este país la vuelta como un calcetín. Los republicanos, con mayorías mañana, tendrán que saber legislar para todos sino quieren convertir a Barack Obama en otro Bill Clinton moderador e impulsor de las contradicciones ajenas.
Las elecciones del martes llegan con un apresurado acopio de reformas inacabadas o inalcanzables. El tiempo no ha pasado en balde. Barack Obama ha heredado una crisis económica para la que no existen recetas urgentes. Las apuestas son peligrosas e inciertas cuando el paro no baja de los dos dígitos y el mundo está siendo inundado de dólares. Las clases medias vuelven a ser el fiel de la balanza. En esta ocasión, el reto pasa por los que dicen huir del miedo o tomarse el té de la cinco.
Liberales y conservadores viven su particular encrucijada. No existe una tercera vía, por eso los extremos se toleran cuando el patio está que arde. Las tensiones políticas están en el aire y las exigencias se multiplican. Las disidencias son moneda de cambio. Votos para hoy, hambre para mañana. El tea party es tan legítimo como ese gobernador demócrata que rifle en mano y tirando a la diana aconseja a Obama que no aparezca por Virginia Occidental. Todos votan, por eso hay que dar a cada uno lo suyo y no precisamente hay que votar a lo que dicen o dictan desde Washington.
Las elecciones del martes son tan abiertas como abiertas han sido y seguirán siendo las listas electorales que se confeccionan en los Estados Unidos. Aquí los sondeos como la publicidad llegan a pie de urna. Son adultos o considerados adultos quienes leen o escuchan encuestas y mensajes hasta un segundo antes de votar. Por eso, con recursos, mucho dinero y una buena campaña de imagen, los disidentes azules o rojos pueden acabar sentados en el Capitolio de la nación. Otra cosa es que con sus votos sean capaces de cambiar el sistema. La advertencia no se ha hecho esperar. Si la defensa de los valores es el nuevo ideario conservador, llama la atención como los jerifaltes republicanos del Congreso ya han pedido plenos poderes para dirigir a sus nuevas huestes.
Estados Unidos vota, pero hasta Barack Obama ha tenido que aprender a darse baños de realidad. Las democracias son un buen sistema para corregir errores. Los ciudadanos son los primeros que pueden equivocarse. Nada es imposible, esa es la paradoja, pero todo es susceptible de cambio. Los demócratas, con mayorías hasta hoy, se quedaron con ganas de dar a este país la vuelta como un calcetín. Los republicanos, con mayorías mañana, tendrán que saber legislar para todos sino quieren convertir a Barack Obama en otro Bill Clinton moderador e impulsor de las contradicciones ajenas.
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