Escuchar, ver o leer noticias en España ha terminado conviertiéndose en un ejercicio de alta inocencia. Noticias siempre hay para todos los gustos, pero cuando tocan al bolsillo, los estados de ánimo se hacen diferentes. La inocencia no deja de ser una condición, pues no es lo mismo recibir las noticias con inocencia que ser un inocente al que le dan a diario inocentadas. Inocencia es algo más. Inocencia es todo lo contrario de vivir rodeados de mala leche. Justificaciones hay muchas, aunque siempre sea el colmillo retorcido y la voz de la supuesta experiencia las que terminan llevándose la palma. Hoy toca economía y por fiarnos no nos fiamos ni de la mano que mece la cuna. Llegó la hora de sentarse a la mesa para buscar dolorosas soluciones. Dolor, sudor y lágrimas... El gobierno, la patronal, los sindicatos, las fuerzas políticas y el vecino del quinto se ponen manos a la obra. La inocencia está servida en vaso largo. Hay tres folios. Documento de la comisión anticrisis encima de la mesa, pero por debajo, está un país que echa chispas. Y detrás, lo que siempre nos ha traído por el camino de la amargura. No hay Dios que sea capaz de ponerle el cascabel al gato. Si habla el gobierno, le responde la oposición. Si habla el empresario le pavonea el sindicalista. Si levanta la voz el ciudadano le hacen callar en nombre de sus representantes. El problema, sencillo. Primero empieza tú, que después yo te sigo. La única ventaja es que las crisis y la Economía han sido hasta ahora como los chicles. A veces, después de mucho masticarlos, terminan convirtiéndose en globos dispuestos a explotarte en las narices. No pasa nada. Masticas, hinchas y vuelves a empezar. Lo peor es tener que ir a la tienda a buscar otro de repuesto. ¿Habrá tambien paises de repuesto?
jueves, 25 de febrero de 2010
sábado, 20 de febrero de 2010
Emigrantes de pizarra blanca
Arminda, Hector, Patricia, Owen y Blanca son parte de la historia estadounidense sin ellos saberlo. Llegaron al país por la puerta de atrás y ahora buscan quedarse pasando por recepción. Son casi ciudadanos. Unos ya tienen residencia, otros viven con visa de estudiante y casi todos han conseguido permiso de trabajo para conquistar el llamado sueño americano. Atrás y por delante han dejado y quieren dejar señas intransferibles de identidad. Tienen en común ser emigrantes en los Estados Unidos. Viven y comparten sus compromisos con aparente alegría. Creen en los milagros, creen en su Dios que no parece ser muy diferente al del resto de los mortales. Viven en familia y con familia. Hablan de gringos y de negros. Se sienten discriminados hasta cuando hacen cola de latinos en el 7-Eleven de la esquina. Arminda llegó desde Puerto Rico y limpia bancos cuando los bancos cierran a media tarde. Héctor era profesor en Republica Dominicana y ahora pelea por pagar la renta del apartamento mientras salda deudas con su divorcio a cuestas. Patricia hace pinitos de peluquera estilista después de pensar que en El Salvador todo sería peor. El mexicano Owen es el pastor de su iglesia pero su jefe quiere verle hablar tanto inglés como idioma español corre por sus entrañas. Blanca ha sido la última peruana en llegar al área de Washington DC y acaba de encontrar trabajo en un McDonald con boca de metro al lado. Ellos, sin saberlo, tienen que aprender más de lo que ya saben. La vida es así de ingrata. Gajes del oficio, oficio de emigrantes que todavía en su caso puede ser considerado oficio de primera. Ellos tienen papeles. Son una élite superior a la de esos doce a quince millones largos de ilegales condenados a vivir en el limbo de los justos. Conocer a Blanca, Owen, Patricia, Hector y Arminda ha sido todo un privilegio. Son la otra cara de la moneda en un país de blanco y negro. Cada mañana llegan a una academia de Silver Spring con la esperanza de los niños. Miran durante cuatro horas a una pizarra blanca donde creen ver dibujado su futuro. Hoy ha tocado explicar y comprender el condicional. Acaban aprendiendo en inglés lo que nunca han sabido en español. Hay en su nuevo idioma condicionales reales que utilizan los verbos en presente y en futuro. Hay tambien condicionales irreales donde es el pasado el que obliga a los cambios. Premisa y conclusión pueden alterarse, tanto como se alteran los tiempos y los sentidos. Alterar sí, pero nunca mezclar esa condición que a la postre resulta siempre invariable. Si mañana Arminda, Hector, Patricia, Owen y Blanca llegan a poderse defender en inglés acabarán siendo ciudadanos de primera. Ese ha sido su primer sueño. Una aspiración tan grande como ser emigrante de lujo. Emigrante con papeles y con posibilidades de acabar dando en inglés las gracias por lo mucho que otros no han tenido. Carajo, que injusto es este mundo que vivimos.
viernes, 5 de febrero de 2010
Rezar todas y todos
Rezar no hace daño ni tan siquiera a quien no está acostumbrado. Rezar es bueno para la mente de los seres racionales. Rezar es encontrarse y no porque se esté perdido. Rezar, rezamos todos incluso los que no saben ni a quien rezan. Rezar es un consuelo o una dura carga. Lo más difícil es rezar para pedir, porque eso implica saber a quien se reza. Ese día, muchos tiemblan y hasta se les arruga la respiración. Rezar en español es todavía mucho más complicado. Jose Luis Rodríguez Zapatero lo ha tratado de explicar en un desayuno ecuménico de oración en el que había empezado siendo ignorado por los medios estadounidenses. Al final, no ha estado nada mal su apuesta. Incluso la traductora encargada de poner en inglés las palabras castellanas del presidente espanol le hizo un favor añadido. La primera vez que desde esta tierra se habló con Dios se hizo en español. Zapatero dijo que fue en castellano, pero su traductora eligió el español como lengua para dejar las cosas claras. La audiencia, el presidente Obama y su gobierno en pleno, más de sesenta senadores y cerca de tres mil invitados rieron la gracia. Zapatero ya se los había metido en el bolsillo. Llegar y besar el santo era el objetivo. Mi amigo Carlos Herrera le había regalado una insignia de la Virgen de Candelaria. El presidente Zapatero se la puso en la solapa. Vírgenes contra banderas y como el desayuno era de oración el castellano-español se creció hasta besar el cielo. José Luis Rodríguez Zapatero aprendió a rezar con el Deuteromio en la mano. Hizo lo que pudo en lo que fue un aviso a navegantes. Poco importa que otros bajen la vista y hagan antes como que están meditando. Rezar es más que todo eso. El presidente Zapatero cogió la cruz por todo lo alto. Habló de los derechos de los jornaleros-trabajadores y de los emigrantes y hasta algunos llegaron a ver en sus palabras un velado canto al amor libre. Más no se podía pedir en cinco escasos minutos. Zapatero citó a Carlos Fuentes para presumir de nuestra cristiandad y por fortuna no se olvidó ni de Miguel de Cervantes. Misión cumplida. Abrazó a Obama y sin besitos a Michelle se volvió a España más contento que unas pascuas. Zapatero ha dejado claro que es un eterno optimista. Lo ha sido y lo sigue siendo incluso después de conocer en los Estados Unidos lo que es un desayuno de oración el mismo día en que las bolsas se desploman. A la vista de los primeros resultados, con el patio nacional más que revuelto, Dios no parece haber tenido tiempo de escuchar sus plegarias. Claro que quizás no era Dios su destinatario sino el mismísimo Barack Obama. El presidente de los Estados Unidos se ha convertido en esperanza del mundo. El no puede solo, dice y repite, por eso reza hasta en los desayunos a los que invita a sus amigos españoles. Rezar y pedir por el cambio en inglés es algo que siempre se ha llevado por estos pagos. No está de más aprender la lección y con la que está cayendo rezar. Rezar en español o en castellano, en vasco, en catalán, en gallego y hasta en arameo. Todos. Ellos y ellas, como mandan las reglas de la paridad mas exquisita.
martes, 2 de febrero de 2010
Ferrán Adriá y Bill Gates
Fue en Washington DC y en la Universidad de Georgetown donde escuché a un viejo socialista decir que Bill Gates solo podía exitir y haber nacido en los Estados Unidos. Si Bill Gates hubiese sido un español -añadía- toda su ciencia y sus millones hubiesen quedado en la cuneta. El viejo socialista se llamaba Felipe González. Su confesión llegaba después de explicar a la concurrencia el nacimiento de la Unión Europea. No, no era una andanada contra nadie. O si lo era, era una andanada contra todos. Felipe González estaba convencido que Bill Gates no habría sido nada ni nadie no solo en España sino tambien en esa entelequia que ahora presidimos y que llamamos Europa. Durante años, los políticos europeos con los que trabajaba Felipe González estuvieron deseosos de llegar a descubrir el principio de las diferencias que exitían entre los ciudadanos de uno y de otro lado del océano. Felipe González desgranaba secretos a voces en la universidad jesuítica de Georgetown sin acabar de cerrar el círculo de sus argumentos. Al final, llegó la solución. Felipe Gonzalez contó lo de Bill Gates como el mejor ejemplo de lo que nos hace diferentes. Europa y España son grandes aficionadas a poner puertas y leyes por donde solo debiera correr el aire libre. Así nos luce el pelo. Claro que no es solo de hoy, sino que ha sido de siempre. Incluso desde cuando Felipe González y los socialistas empezaban a modernizar el sur de Europa al que hemos quedado relegados por los mapas. La regla ha sido siempre la misma. Hay que tirar a dar y si es posible hay que partirle la crisma al primero que asoma la cabeza. Estos días he seguido el debate que los medios de comunicación han propiciado con la ayuda de mi buen amigo Ferrán Adriá. Misión cumplida. La Red echa humo y hasta en el mundo mundial son capaces de llegar a titulares tan sustanciosos como el colgado en un periódico mexicano que reza algo parecido a que Ferrán Adria se come en Bruselas a los ministros Zapatero. Está claro, Ferrán es más famoso que todos ellos y provoca más espacios en negrita y en la prensa internacional que cualquier desdicha española. Así nos luce el pelo, aunque sea en casa y los de casa los que necesiten hacer verdad el cainismo nacional. Va por ustedes, esto es lo que escriben en su turno de opiniones los lectores escribientes de ABC.com Es el nuevo periodismo, como fue la radio que debían hacer los oyentes y no los responsables de los programas. Escriben los que saben, los que tienen ideas propias y quieren que El Bulli acabe regentado por Cáritas al tiempo que Ferrán Adriá se aparca en el limbo de los idiotas. Los que hablan más alto y pueden elegir, los que dicen preferir una fabada a una espuma sin que nadie les haya dicho lo contrario. Los que están siempre en posesión de la verdad, los que más murmuran y los primeros en creerse diferentes. Los que siempre se sienten engañados cuando tienen que pagar una factura. Los últimos en sacar la cartera esperando que alguien les diga que ya están invitados. Los que confunden la velocidad con el tocino, los que salvarían de nuevo a España con verdades de supermercado. Así repetimos la historia. Mañana semejantes ideólogos acabarán siendo presidentes de gobierno, ministros, sindicalistas o líderes de la oposición. Y sino son capaces de hacer carrera, siempre pueden seguir en la brecha y ganarse el puesto de editorialistas en los medios de comunicación social o el de sagaces comentaristas en las tertulias de radio y televisión.
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