domingo, 17 de enero de 2010

Haití... paren, que me bajo

Es la primera vez y me temo que no será la última. ¿Fue siempre igual? ¿Hicimos siempre lo mismo? Desde hace muchos años tuve la suerte-desgracia de vivir tragedias en primera fila. Nunca he visto la cara de la guerra, pero sí he tenido que contar en vivo y en directo como mi prójimo luchaba por salvar la vida. Esta semana he vuelto a recordar muchas historias de ayer y de siempre. Inundaciones, incendios, atentados, huracanes... Ahora no me gusta, no puedo ver o escuchar como contamos las desgracias ajenas a manera de extraterrestres. Debe ser una profesión de mierda la que obliga a coger una cámara, un micrófono, una pluma para evitar dar paletadas de esperanza. Una profesión de mierda la que toma imágenes y las multiplica para vergüenza del respetable. Una provocación, una necesidad que pagan las empresas de la información como peaje digno del mundo libre. Haití ha sido la gota para llenar el vaso. Me ha hecho pensar lo que nunca me había parado a pensar. Qué es ser y para qué sirve ser periodista. Cómo fue el mundo antes de que llegara la imprenta, el teléfono, la radio, la televisión y el internet. ¿Hubo mundo o nos los hemos imaginado? ¿Fue verdad o las verdades solo son las que nos enseñan con imágenes? Es una mierda lo que hemos acabado haciendo con todos nuestros inventos. Es una vergüenza que los periodistas del mundo no tengan agua, ni cama, ni hoteles en Puerto Príncipe. Una lástima que la gasolina sea tan escasa que no les dé ni para buscar la buena noticia con la que abrir la crónica del día siguiente. Una provocación que unos a otros se pidan ideas y soluciones para canalizar la ayuda internacional que no llega. La poderosa e inagotable CNN ha montado su plató en una Haiti devastado y desolado. Llegó la primera y seguro que se irá la última. Pero es como si muchos de sus enviados especiales tuvieran un croma a sus espaldas. Llama la atención porque después de cinco dias ellas y ellos siguen sin despeinarse. Ellos y ellas somos nosotros, los otros son los haitianos a los que seguiremos dando una limosna para salvar nuestra conciencia y ese divino oficio de contar lo que vemos sin mancharnos las manos.

1 comentario:

valle dijo...
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