La maleta que lleva George Bush ha la cumbre de la Alianza Atlántica, a celebrar desde mañana en Bucarest, se abría y destapaba el tarro de las esencias en su visita relámpago a Kiev. El presidente de los Estados Unidos ha dejado claro cuales son sus intenciones. No hará cambalaches, se lo dijo personalmente al ruso Putin por teléfono y por carta, quiere que Ucrania y Georgia se incorporen y se pongan en la lista de espera que les de acceso directo a entrar en un club militar que no debe ser considerado para nada –ha dicho el presidente estadounidense- el enemigo de Rusia. Bush lo tiene crudo, no porque su amigo Vladimir Putin, a quien siempre mira a los ojos, siga expresando su desacuerdo, sino tambien porque los socios europeos más influyentes –Francia y Alemania- no parecen muy dispuestos a darle ese capricho de final de mandato. El presidente se ha trabajado en estas ultimas semanas su deseo de regresar a casa con un as bajo el brazo. Si la ampliación de socios en la OTAN no será nada fácil, el que no arriesga no gana y a pesar de la advertencia de que en el juego no hay otras cartas bajo la manga, lo que si parece seguro es que el escudo antimisiles a instalar en Polonia y la República Checa podría muy bien ser presentado ahora –idea del consejero de seguridad Stephen Hadley- como un "área de cooperación estratégica" entre Rusia y los Estados Unidos bajo la teórica preocupación de un hipotético enemigo común capaz desde el Oriente de mandar regalos y cabezas nucleares a la vieja Europa. Por ahora no hay mas detalles , ni por su puesto nadie se ha atrevido de momento a identificar a ese enemigo para quien este pais seguro tendría nombre y apellidos.
martes, 1 de abril de 2008
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