Barak Obama es aire fresco en la política estadounidense. Llegó a ser el primer senador negro en los Estados Unidos desde la Guerra de Secesión y eso imprime carácter. Lleva dos años dispuesto a ganar la Casa Blanca, lo que es considerado una osadía. Es un afroamericano que ha superado lo colores, por eso hace un discurso opuesto al de otros líderes negros que se miran al espejo y se ven diferentes. Estados Unidos es muy grande, lo de mirarse al espejo es siempre relativo. En el estado de Texas, tierra chica de un puñado de presidentes, una señora de pueblo profetizaba hace unos días el final de la nueva contienda. Obama nunca sera presidente, aunque puestos a decir como somos resulta más fácil que aquí y ahora votemos a un negro que a una mujer llamada Hillary Clinton. Usted votará a McCain, fue la pregunta afirmación. Yo solo digo –contesto- que mientras llamemos a los negros afroamericanos el racismo será una barrera para quien con ese color quiera llegar a la Casa Blanca. La profecía sigue dando vueltas a un país de 300 millones de ciudadanos el mismo día que el estado de Pennsylvania ha sido llamado a las urnas. Las primarias demócratas echan fuego. Quedan once consultas y mientras Obama gana, Hillary pierde. Al final, entre una mujer y un negro, el hombre blanco, guerrero, preso y senador John McCain amenaza con ganar la última batalla. Será verdad que nadie sabe para que demonios se han hecho los colores, pero en los Estados Unidos quien es negro o quien además de mujer se llama Clinton tiene muchas mas cosas que demostrar que quien pasados los setenta años promete pasarse un siglo por las calles de Bagdad.
martes, 22 de abril de 2008
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