domingo, 11 de septiembre de 2011

11 S a diez años



Hace diez años el día 11 de septiembre era martes y lucía el sol. Dejé a mi hija Enya en el colegio y camino del estudio de la radio, en Washington DC, mis compañeros de Madrid me llamaban para preguntarme si podía entrar en el próximo boletín. (Cosa curiosa, las noticias que cuenta la radio a cada hora las seguimos llamando boletines.) Un avión o una avioneta se había estampado contra una de las Torres Gemelas. Entras en diez minutos, me dijeron, como si un suceso extraordinario tuviese como nuevo ingrediente la espectacularidad. Una torre gigante, la más alta de Nueva York, estaba herida muy cerca de su azotea. Humo negro, imágenes en televisión desde la distancia, ulular de sirenas, primeros auxilios... Confusión fue la primera palabra que se me ocurrió lanzar al aire. El resto, es sabido. Solo que diez años después, las imágenes vuelven a demostarme que nunca son -ni enseñan- toda la realidad que suponemos. Aquel 11S vivimos la tragedia tan real como imaginada desde la primera fila de nuestra butaca. No nos hiceron falta ver las caras aterrorizadas de las víctimas. Comprendimos que era suficiente ver lo que veíamos. Hoy, diez años después, vuelve a pasar lo mismo. Si no hubiese mas ojos para contarlo, en la llamada zona cero se hubiera vivido una nueva jornada de homenaje y recuerdo a los caidos. Solo son y debieran ser ellos los únicos protagonistas. Salvo que hace diez años, los atentados en Estados Unidos pusieron a prueba muchas más cosas. Ganamos en casi todas las que vemos y enseñamos en televisión, pero perdemos en las que censuramos regodeandonos en nuestra victoria. Este 11 S, Alcaeda y su amenaza creible de atentados -con la ayuda de los servicios de inteligencia- ha vuelto a recordar al mundo que el miedo es libre. Mientras esposas y esposos, padres, hijas e hijos, familiares y amigos leían la letania de ausentes, en las calles aledañas del bajo Manhattan se cacheaba a los ciudadanos, se requisaba cualquier liquido y se hacían guiños a la libertad bajo el sacrosanto nombre de la seguridad. Han pasado solo diez años.

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