Saber titular es una de las primeras exigencias que piden a todo comunicador. Alfredo Pérez Rubalcaba lo sabe, por eso siempre ha ofrecido y ofrece muchos titulares. Son gajes de un oficio que él bien conoce, incluso responsabilidad del político que lleva dentro comprometido con escuchar, hacer y explicar. Saber titular es un plus, aunque a veces puede jugarte malas pasadas. Me explico: el mejor titular puede ser el preámbulo a la más desafortunada desinformación. Hace años, un periódico que ya no existe, estaba empeñado en dar noticias de quince lineas con un buen titular. Los españoles no leen, sentenciaban sus editores. Rubalcaba, candidato, ha sido víctima de ese esquema. Seguro que lo sabía, como ya sabe que el Real Madrid tendrá que cambiar tanto como el gobierno para ganar la próxima liga. Rubalcaba hizo su presentación como candidato socialista a la presidencia del gobierno en 9.423 palabras. Su puesta en escena recordaba a la de los debates estadounidenses. Había atril, pero sin alternativa con la que debatir el futuro. Leer 26 folios a cuerpo 22, da para muchos titulares. Rubalcaba lo sabía. Diría, incluso, que se podía imaginar cual de todos iba a tener más gancho. España y los españoles no leen porque una imagen siempre suele valer más que mil palabras. Rubalcaba ataviado con gorrito verde y con barba es la primera consecuencia. Lo peor es que pueda llegar a gustarle. Los titulares tienen esos peligros. A mi se me antojan estúpidos, tanto más cuanto que nunca traducirán el es ser ambiciosos en las aspiraciones y realistas en las propuestas. Alfredo Pérez Rubalcaba sigue sin enterarse de lo que el mismo reclama. Su intención de mirar siempre a futuro es máxima de paises desarrollados pero... la crispación y el sectarismo -que promete superar- lo han sacado del baúl de la historia tanta política y ordenancismo inventado por mindundis de tres al cuarto. Rubalcaba quiere más política, pero no dice dónde quiere a los políticos. Ya, entiendo, dando soluciones o tratando de solucionarnos la vida a los ciudadanos de buena fe. Hasta ahí, estamos de acuerdo. Lo malo es cuando la política convierte a los políticos en metementodo. Y eso sin necesidad de ser docentes, químicos o madridista... Simplemente por el hecho de serlo deben decidir cómo tiene que ser la economía, la sanidad, la educación, la defensa, la justicia, la administración del estado, hasta las radios y las televisiones públicas y... hasta si hoy fumamos o corremos a 120 kilómetros hora. A ver si de esta podemos enterarnos y hacemos que suceda todo lo contrario.
domingo, 10 de julio de 2011
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