domingo, 10 de julio de 2011

Rubalcaba-Robin Hood

Saber titular es una de las primeras exigencias que piden a todo comunicador. Alfredo Pérez Rubalcaba lo sabe, por eso siempre ha ofrecido y ofrece muchos titulares. Son gajes de un oficio que él bien conoce, incluso responsabilidad del político que lleva dentro comprometido con escuchar, hacer y explicar. Saber titular es un plus, aunque a veces puede jugarte malas pasadas. Me explico: el mejor titular puede ser el preámbulo a la más desafortunada desinformación. Hace años, un periódico que ya no existe, estaba empeñado en dar noticias de quince lineas con un buen titular. Los españoles no leen, sentenciaban sus editores. Rubalcaba, candidato, ha sido víctima de ese esquema. Seguro que lo sabía, como ya sabe que el Real Madrid tendrá que cambiar tanto como el gobierno para ganar la próxima liga. Rubalcaba hizo su presentación como candidato socialista a la presidencia del gobierno en 9.423 palabras. Su puesta en escena recordaba a la de los debates estadounidenses. Había atril, pero sin alternativa con la que debatir el futuro. Leer 26 folios a cuerpo 22, da para muchos titulares. Rubalcaba lo sabía. Diría, incluso, que se podía imaginar cual de todos iba a tener más gancho. España y los españoles no leen porque una imagen siempre suele valer más que mil palabras. Rubalcaba ataviado con gorrito verde y con barba es la primera consecuencia. Lo peor es que pueda llegar a gustarle. Los titulares tienen esos peligros. A mi se me antojan estúpidos, tanto más cuanto que nunca traducirán el es ser ambiciosos en las aspiraciones y realistas en las propuestas. Alfredo Pérez Rubalcaba sigue sin enterarse de lo que el mismo reclama. Su intención de mirar siempre a futuro es máxima de paises desarrollados pero... la crispación y el sectarismo -que promete superar- lo han sacado del baúl de la historia tanta política y ordenancismo inventado por mindundis de tres al cuarto. Rubalcaba quiere más política, pero no dice dónde quiere a los políticos. Ya, entiendo, dando soluciones o tratando de solucionarnos la vida a los ciudadanos de buena fe. Hasta ahí, estamos de acuerdo. Lo malo es cuando la política convierte a los políticos en metementodo. Y eso sin necesidad de ser docentes, químicos o madridista... Simplemente por el hecho de serlo deben decidir cómo tiene que ser la economía, la sanidad, la educación, la defensa, la justicia, la administración del estado, hasta las radios y las televisiones públicas y... hasta si hoy fumamos o corremos a 120 kilómetros hora. A ver si de esta podemos enterarnos y hacemos que suceda todo lo contrario.

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viernes, 8 de julio de 2011

Rubalcaba

Conocí a Alfredo Pérez Rubalcaba en un bajo del barrio madrileño de Moncloa cuando era considerado un aprendiz a la sombra de quien parecia ser el profesor de verdad. No, no hablo de Enrique Tierno Galván, que tambien, aunque el chico a su sombra siempre reivindicó ser José Bono. Estoy recordando a un ministro llamado Maravall a quien consideraban allá por los ochenta un tapado llamado a solucionarnos la vida. España siempre ha tenido tapados, lo peor es que para desgracia de todos los tapados nunca acabaron siendo primeros espadas. José María Maravall se fue de la vida pública tan callando como Alfredo Pérez Rubalcaba siguió subiendo... o bajando porque nunca se sabe. Años más tarde, después de que la vida diera muchas vueltas, Rubalcaba se habia hecho en la oposición un hueco de portavoz del que se aprovechaban todos. Hasta el propio Rubalcaba, que si algo no ha conseguido es ver al Real Madrid campeón de liga en las tres ultimas temporadas y ser llamado Alfredo a la hora de convertirse en el próximo candidato a presidente del gobierno constitucional de España. Rubalcaba se ha quedo con esas ganas, tantas como las que dentro de unas horas dejará colgada en la página web de campaña. Alfredo, dicen sus publicistas de cabecera, es Rubalcaba. Y Rubalcaba es -después de un punto estilo Blas- escuchar, hacer y explicar. Lo siento, pero se me ha quedado corto, tan corto como esas primarias que no fueron o la ahora tan cacareada salida del gobierno. Rubalcaba en su escuchar, hacer y explicar se ha llevado por delante una forma de hacer gobierno. Falta saber qué formula mediática añadirá a su eslogan este doctor en química a punto de convertirse en candidato a la presidencia del gobierno. Todo se andará, pero en las formas se empiezan por marcar las diferencias. Zapatero convirtió las siglas ZP en marca sustitutiva del que acabo siendo un reconvertido partido socialista. La historia jusgara a los unos y a los otros. A los de antes, que se quitaron el apellido marxistas para evitar sarpullidos, y a los de ahora, capaces de identificar socialismo con un presidente y secretario general del PSOE que -tras el quiero y no puedo- acabará dejando a España camino de los seis millones de parados. Si Pablo Iglesias levantará la cabeza ni las alquimias modernas podrían mantenerle vivo. Los socialistas del siglo XXI han dado buen ejemplo de lo que no debe hacerse con la gestión pública. Tan buen ejemplo como los afortunados peperos a los que mas les valdría estar callados y tentarse las ropas antes de tirar cohetes en estos tiempos donde la crisis se ha puesto al mundo por montera. Escuchar, hacer y explicar es poca tarea para terminar con la politización de todo lo que oimos, vemos y tocamos. Escuchar, hacer y explicar no será la formula mágica con la que terminar con los privilegios y el choriceo galopante que dan todos carnets. Escuchar, hacer y explicar no es el slogan para el partido que sigue en el gobierno. Alfredo Pérez Rubalcaba recordará las ilusiones que treinta años atrás se respiraban al grito de cambio. Me niego a pensar o insinuar que cualquier tiempo pasado fue mejor pero a la España del euro, no le vendría nada mal utilizar aquel sueño-cartel de una plaza jardín para hacer guiños a la realidad.

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