domingo, 13 de junio de 2010

Una clase de periodismo

Hace muchos años, un cura gallego que jugaba al dominó en un colegio mayor de la capital de España se reía de la profesión periodística. Vivía Franco y leía los periódicos de la época buscándo en sus artículos y noticias tres pies al gato. Esto es la monda, decía, siempre me cuentan lo que ya ha pasado y no lo que va a pasar. Periodismo y periodistas españoles, refunfuñaba poniendo otra ficha sobre la mesa con golpe de campeón. Franco vivía y en el Pueblo de Emilio Romero había fórmulas a manera de colmena para airear las maledicencias del régimen. El periódico Madrid ya estaba cerrado e Informaciones era el diario de la tarde con el que pasar el rubricón. Don Ramón, el cura gallego, llegaba siempre de noche al León XIII. Su habitación, como la mía de enchufado asilado, tenía teléfono. El llamaba a cualquier parte, yo solo tenía el privilegio de recibir las llamadas de amigos y familiares. Estaba de paso y en habitacion de obispo después de haber sido rescatado de las fauces del diablo. Pero eso es otra historia... El cura era un gallego listo que hablaba de lo divino y de lo humano a la menor oportunidad. Aquellas tertulias nocturnas viendo jugar una partida de dominó eran y han sido, junto con las lecciones de mi abuelo Magín, la mejor clase de periodismo. Vivía Franco y un cura gallego era su mejor intérprete. Estos periodistas no se enteran -mascullaba con un cigarrillo entre lo labios- este país tiene pinta de ir mucho más deprisa de lo que nadie se imagina. Don Ramón siempre me pareció un espia al servicio del Vaticano, un espía con disfraz de cura ye-ye al que mimaban cardenales y obispos. Sabía elegir el momento para decir la palabra justa sin ser un oportunista. Lástima que tantos ramones se hayan esfumado hoy de nuestra vida nacional. Serian una muy buena solución para estos tiempos de crisis. Su escuela se ha perdido entre titulares pomposos y entrecomillados categóricos. Lástima de periodismo español porque entre tanto mirarse el ombligo seguimos sin aprender lo fundamental: lectores como don Ramón quieren que les cuenten lo que va a pasar no lo que ya ha pasado.

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