No todos los días son víspera de fiesta. La Casa Blanca, la factoría mediática que multiplica sus atenciones al presidente de los Estados Unidos, ha preferido en esta ocasión dejar los anuncios y las primicias para quines ponen puntos y comas. The Washington Post es quien hace las veces de pavo mareado. Pasó el fín de semana de Acción de Gracias y llega de nuevo Afganistán. Esta noche, Barack Obama se dirigirá a los ciudadanos del mundo desde una base militar estadounidense. La receta para salir ayudar a Karzai y al pueblo afgano está en la cartera. Se ha hecho esperar. Seguro que ha sido difícil, pero la solución estaba cantada. Más militares estadounidenses seguirán buscando a Bin Laden. Obama ha vuelto hacer lo contrario de lo que muchos pensaban. Sus generales reclamaban el envio de 40 mil hombres. Treinta y cuatro mil no son tantos, pero casi suficientes para que el comandante en jefe tenga que dar la cara. El presidente ha tardado en tomar su decisión. Otra vez más de lo mismo. Nunca es fácil decir la última palabra. Mucho más difícil que todos estén de acuerdo. Barack Obama busca en el teléfono rojo las complicidades de aliados y amigos. Es la diplomacia de la video conferencia la que permite soñar con el todos a una. Esta vez no está España ni está su presidente Zapatero. Hasta ahí podíamos llegar. Las decisiones del aquí te pillo aquí te mato no se estilan en el depacho oval. Obama, despues de todo, nunca dijo que se marcharía de Afganistán sino todo lo contrario. Hoy dará los detalles, pero lo que sí ha vuelto a quedar claro es que las guerras siempre se sabe cómo empiezan pero nunca como terminan.
martes, 1 de diciembre de 2009
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