Hace años, al escritor Salman Rushdie le condenaban a muerte. Los ayatholás más intransigentes contestaban así a un libro que no les había gustado. Salman puso tierra de por miedo y la atención mundial que levantó su caso le permitió vivir entre las sombras. Su residencia en 2001 era Londres. Desde la Gran Bretaña, Salman escribió un impresionante alegato en favor de la libertad despues del tristemente famoso 11 S. Me acuerdo como si fuese ayer. Pocas veces suele ocurrirme que un folio me ponga cachondo. Solo entonces, necesito coger el teléfono y expresar a su autor mi aprobación mas efusiva. Con Salman fue imposible. Para compensarlo, aquellos -sus argumentos- vienen a menudo a mi memoria. Ahora, otra vez. Cuando las alertas terroristas se disparan porque un nuevo artefacto explosivo pudiera no ser detectado por las máquinas más sofisticadas me acuerdo de Salman. Cuando veo las fotos de los perros olisquando maletas a lo largo y ancho de medio mundo me acuerdo de Salman. Cuando hay que ir tres horas antes a los aeropuertos y esperar tres horas más para ser embarcado me acuerco de Salman. Cuando Obama veranea en Hawaii y recibe una llamada de teléfono para contarle que un loco ha querido hacer volar por los aires un avión me acuerdo de Salman. Cuando leo en los periódicos digitales comentarios sarcársticos recondando que las víctimas de un lado no son como las víctimas del otro, me acuerdo de Salman. Cuando me levanto y miró a mi alrededor, cuando veo a mis hijos, comparto preocupaciones con mis amigos, leo el periódico, escucho la radio, miro la televisión... me acuerdo de Salman. Su receta es mi salvación, aunque sea una receta que a simple vista puediese parecer imposible. Estas clases de intolerancia tienen soluciones difíciles y nunca exlusivas. Seguro, pero a mí me gustaría que fuese la solución Salman. A los otros que ni piensan como yo hay que combatirles con libertad, con un bocata de jamón en la plaza mayor, con una tertulia en el café de la esquina, con un@ chic@ buen@ obligándonos a dar la vuelta para mirarl@ de arriba a abajo, con besos y achuchones en público si fuese necesario... A quienes se vuelven locos e intransigentes hay que darles la vuelta con todo. Lo ha dicho Salman: No será con armas, sino librándonos del miedo como venceremos a los terroristas.
lunes, 28 de diciembre de 2009
viernes, 18 de diciembre de 2009
Zapatero, viento y figura
No aprendemos, no somos capaces de aprender algo tan simple como que lo más importante en la vida es que hablen de uno. Bien o mal, no importa, pero que hablen. Ayer fueron unos fotos, hoy un discurso -la frase final de un discurso- mañana una ley o un desecuentro... Poco importa, aunque el único peligro pudiera ser hacerse fotos, hablar o legislar con el apellido España como contrapunto principal. Un presidente de gobierno es como un jefe indio. España no es una tribu, aunque a veces los españoles puedan llegar a parececerlo. Las tribus son ahora más urbanas que antaño, pero pueden hacer mucho más el indio que aquellos cazadores solitarios que campaban por el nuevo mundo. Zapatero sin ir mas lejos ha hecho en Compenhague de indio Jefe Seatle. Si no ha sido jefe en persona, -está muerto desde mediados del siglo XIX- al menos lo ha intentado. Y a mí -dicho sea de paso- hasta me ha gustado. Decir en el siglo XXI que la tierra no es de nadie, salvo del viento es mucho decir. Lo digo yo y lo digo con el aire, y hasta resulta cachondo. Pero que lo diga el presidesente Zapatero a lo líderes del mundo sentados en Copenhague tiene bemoles. A mí, repito, me gusta. Me gusta como lo decía el Jefe Seatle al presidente de los Estados Unidos en 1855. Eran otros tiempo, naturalmente, pero desde entoncés su mensaje ha tenido tanta actualidad que hasta en el Palacio de la Moncloa han tratado de adaptarlo a los nuevos tiempos. El resultado ha sido sorpredente. La Red se ha vuelto loca y si escribes en Google la frase pertenece al viento te sorprendes de la reacción mediática que ha tenido el acontecimiento. Es una lástima, porque -dicho sea de paso- del clima no ha vuelto hablar ni Dios en esta tierra que se lleva el viento.
martes, 1 de diciembre de 2009
Más soldados para Afganistán
No todos los días son víspera de fiesta. La Casa Blanca, la factoría mediática que multiplica sus atenciones al presidente de los Estados Unidos, ha preferido en esta ocasión dejar los anuncios y las primicias para quines ponen puntos y comas. The Washington Post es quien hace las veces de pavo mareado. Pasó el fín de semana de Acción de Gracias y llega de nuevo Afganistán. Esta noche, Barack Obama se dirigirá a los ciudadanos del mundo desde una base militar estadounidense. La receta para salir ayudar a Karzai y al pueblo afgano está en la cartera. Se ha hecho esperar. Seguro que ha sido difícil, pero la solución estaba cantada. Más militares estadounidenses seguirán buscando a Bin Laden. Obama ha vuelto hacer lo contrario de lo que muchos pensaban. Sus generales reclamaban el envio de 40 mil hombres. Treinta y cuatro mil no son tantos, pero casi suficientes para que el comandante en jefe tenga que dar la cara. El presidente ha tardado en tomar su decisión. Otra vez más de lo mismo. Nunca es fácil decir la última palabra. Mucho más difícil que todos estén de acuerdo. Barack Obama busca en el teléfono rojo las complicidades de aliados y amigos. Es la diplomacia de la video conferencia la que permite soñar con el todos a una. Esta vez no está España ni está su presidente Zapatero. Hasta ahí podíamos llegar. Las decisiones del aquí te pillo aquí te mato no se estilan en el depacho oval. Obama, despues de todo, nunca dijo que se marcharía de Afganistán sino todo lo contrario. Hoy dará los detalles, pero lo que sí ha vuelto a quedar claro es que las guerras siempre se sabe cómo empiezan pero nunca como terminan.
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