Si no fuera porque los instantes en una
guerra pueden provocar millones de muertos, el fotógrafo Ahmed Jadallah de la agencia Reuters habría conseguido una exclusiva de chiste. Hace años
reíamos en mi país con las tragedias que convertia en humor un hombre llamado
Gila. Sus guerras eran -como las de hoy y como las de siemrpe- una locura de
andar por casa. Claro que no hay peor guerra que la destinada a matarse entre
quienes son vecinos de noche y comparten un tinto de día antes de echarse al monte.
La guerra civil en Siria es esa otra locura
a la que sin ver la foto del miliciano con ipad y mortero podriamos ya imaginar
en blanco y negro sino fuera porque la desgracia ya se ha cobrado mas de 100
mil muertos llorados por cientos de miles de familias. ¨Que dice el capitan –diría
Gila- que tengan cuidado con el mortero, que el wifi está descompensado por los
disparos del enemigo y los suministros estadounidenses han llegado camuflados
entre los paquetes que Amazon envía al presidente El Assad¨
Hacer la guerra con un ipad es
casi tanto como intentar matar moscas a cañonazos. Afortunadamente la
diplomacia trabaja para recomponer la situación protagonizada por un dictadore
al que se le han subido a las barbas milicianos de tres al cuarto. El programa
de nivelación de morteros es una app gratuita al alcance de todos los mortales.
El problema es poder acceder a la tienda
de Apple , aunque por ser una aplicación de regalo ya no es necesaria una tarjeta de crédito. El complemento ideal son los mapas de Google,
también gratuitos, y el milagro es que el pelotazo no te caiga encima si el
mortero está equilibrado casi en vertical.
Gila diría que no hay peligro, que afortunadamente los enemigos son
amigos porque vienen todos juntos. Si Steve Jobs levantara la cabeza tomaría
parte activa en la contienda. Sus sofisticados modelos ipad pueden ser demasiado modernos ante tan alarde
guerrero. Claro que es posible, que sean los soldados, los morteros y hasta las
armas de destrucción masiva las que debieran reconvertirse de inmediato. Cuando
la capacidad de matar puede trasladarse en algo tan minúsculo como un
dedalillo, no hay modas que resistan… aunque solo sean las víctimas quienes salen en las fotos.